
La postura Rosa Luxemburgo (1871-1919) sobre la evolución del capitalismo enlaza con el análisis del fenómeno del imperialismo, inherente al proceso de expansión del capitalismo. Había demostrado cómo la acumulación de capital era imposible en el seno de un sistema cerrado, y que el capitalismo podía mantener su ritmo de crecimiento mediante la continua expansión hacia áreas atrasadas o precapitalistas, es decir, mediante el proceso de colonización y de imperialismo.
Por esta razón, Luxemburgo emprendió la tarea de demostrar que la saturación de los mercados nacionales y la consecuente expansión mundial del capitalismo conducen a la imposibilidad física de su posterior desarrollo, y por tanto a la crisis definitiva del sistema. Hay un límite histórico al proceso expansivo del capitalismo, no puede prolongarse indefinidamente. Si el capitalismo avanza constantemente, se tambaleará el proceso de acumulación de capital minando sus propios cimientos, de modo que la caída del capitalismo es una certeza histórica.
Cuando el capitalismo haya alcanzado el dominio del planeta, es decir, se haya convertido en un sistema cerrado de facto, entonces las crisis no podrán mitigarse mediante recursos tomados en áreas alejadas del lugar de la crisis, Europa. La parte final de la evolución del capitalismo será su instauración mundial, que será la antesala de su caída por no poder resolver hacia afuera sus contradicciones internas, dado que ya no habrá un afuera.
El imperialismo es así un fenómeno inherente al proceso histórico del capitalismo, y su culminación en el seno de un sistema cerrado: cuando el capitalismo no pueda continuar su proceso de colonización de las áreas precapitalistas del mundo, la saturación del capital en un mercado universal minará los cimientos del sistema, porque este depende de la continua inversión y del crecimiento de una producción que no podrá colocar en ningún otro mercado. Así, pues, la certeza de la caída del capitalismo es indudable. Admitió que la última crisis del capitalismo había sido transitoria y que las luchas sociales se habían atenuado en el plano interior, pero se habían agravado a nivel internacional, en la periferia del sistema.
Esto último enlaza con las posiciones ortodoxas y revisionistas sobre el imperialismo, que no admite porque conducen a la negación de la crisis del capitalismo y a la necesidad de una puesta al día en la organización obrera. Por esta razón, Luxemburgo emprendió la crítica a Kautsky, en la línea de demostrar que la saturación de los mercados y la expansión mundial del capitalismo como consecuencia, conducían a la imposibilidad de un desarrollo ulterior, y a la crisis definitiva. El capitalismo, en su expansión, va integrando en su funcionamiento estructuras no capitalistas, capitalizándolas; pero dicha integración conducirá a la destrucción de su sistema por la imposibilidad misma de seguir ese proceso indefinidamente, siendo sin embargo inevitable. El capitalismo no puede funcionar bien si no está rodeado de precapitalismo.

FOTOGRAFÍA DE LA FICHA POLICIAL DE ROSA LUXEMBURGO
Esta teoría fue criticada por los marxistas austríacos, los rusos Lenin y Bujarin, y luego por Pannekoek, pero su radical visión concordaba con la violencia real que el capitalismo generaba en aquellos momentos, en los albores de la I Guerra Mundial.
FUENTES
Lichtheim, George, El marxismo. Un estudio histórico y crítico. Barcelona, Anagrama, 1971.
Souyri, Pierre, El marxismo después de Marx. Barcelona, Península, 1975.