Si Alberto Núñez Feijóo reaccionara ante el nacionalismo como hizo Rosalía de Castro, la madre de la patria gallega, dejaría de hablar gallego y usaría sólo el castellano tras su mensaje de fin de año desde la casa de la poetisa en Padrón, cerca de Santiago.
La que era una poeta a mediados del siglo XIX sin ninguna veleidad separatista ha sido transformada por el nacionalismo en una heroína de la “Galiza combatente”, un radial independentismo satélite de la lusofonía ajeno a su personalidad.
Se acusa ahora de sacrilegio al presidente autonómico del PP tras el discurso a sus paisanos desde la casa de esa mujer sensible, cuyos poemas en gallego inspiran a demasiados quejumbrosos y cursis seguidores.
Rosalía (1837-1885) colaboraba en castellano con “El Imparcial”, de Madrid, donde escribió una serie titulada “Costumbres gallegas”. Hay dos artículos en concreto, las de los días 28 de marzo y 4 de abril de 1881, que merecen antención.
Narraban que cuando aparecía un náufrago en la costa quien lo recogía lo albergaba en su casa y atenuaba su desamparo entregándole como consuelo a la mujer más atractiva de la familia.
Fue tal la irritación que provocó esta revelación en el orgullo herido de los embriones del nacionalismo y tales los ataques que recibió, que Rosalía le escribió a su marido, Manuel Murguía, fundador de la Real Academia Gallega:
“Ni por tres, ni por seis, ni por nueve mil reales volveré a escribir nada en nuestro dialecto” (…) “Mi resolución de no volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país, ni menos escribir en gallego”.
Y así hizo. Un año antes de morir redactó su gran poemario, “En las orillas del Sar”, que resultó en castellano superior a las anteriores en gallego, y gracias a la cual ha entrado en la Historia de la Literatura Universal.
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James Skinner
El artículo que publica James este mes en Hackwriters se titula The Spanish Monarchy 2013. Es un análisis de la historia del Rey y su familia hasta hoy.
Aunque quiere ser optimista, el último párrafo, se diría que la conclusión, es pesimista, y no por Don Juan Carlos, sino por quienes nos gobiernan.
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SALAS