de Maj Sjöwall y Per Wahlöö.
Título: Roseanna.Autores: Maj Sjöwall y Per Wahlöö.Editorial: RBA Serie Negra.Año: 2010 (primera edición 1965).
Resumen.
Una tarde de julio aparece el cuerpo de una joven en el lago Vattern, en Suecia. Tres meses después, todo lo que sabe el inspector de policía Martin Beck es que el nombre de la chica es Roseanna, que vino de Lincoln, Nebraska, y que pudo ser estrangulada por cualquiera de las ochenta y cinco personas que viajaban con ella en una excursión en barco.Impresión personal.
A pesar de lo que me gusta la novela negra de los nórdicos no había leído aún nada de este matrimonio de nombres impronunciables y de su famoso Martín Beck. Eran unos de mis Eternos Pendientes y pensé que lo ideal era comenzar por el principio de la Serie de este famoso inspector de la policía sueca. Y no me he equivocado. El libro me ha encantado y me encanta pensar que tengo aún nueve libros más para caminar junto a Martín Beck por su Suecia natal.Para empezar una de las cosas que me ha encantado es el prólogo que hace de la novela Henning Mankell. Es un prólogo ágil y sincero. No me cabe ninguna duda que sus alabanzas a Maj Sjöwall y Per Wahlöö se deben, sin duda, a la gran influencia que esta pareja ha tenido sobre él, en concreto, sobre su serie de Wallander, otra de las que he devorado estos últimos años. Podemos encontrar muchas similitudes entre Martín Beck y Wallander. Son los dos personajes muy humanos, con gran instinto policial pero con unas vidas bastante corrientes, matrimonios corrientes y dolencias corrientes.
Martín Beck es un inspector de policía en Estocolmo que colabora junto a su equipo, Kollberg y Melander, en el caso del asesinato en Motala, una pequeña ciudad a orillas del lago Vattern, de una mujer muy joven que aparece en el canal totalmente desnuda y que ha sido estrangulada. El inspector Beck resulta un tipo de policía curioso que se marea en los coches y en el metro, no le gustan los barcos, ni las aglomeraciones y que, encima, nunca acierta en el blanco cuando dispara aparte de, como muchos casos en la novela negra o policíaca, tener una vida personal basada en la desidia y la rutina de un matrimonio de diez años de vigencia.A pesar de ser una novela escrita en 1965, durante su lectura no notas en ningún momento grandes diferencias en la manera de actuar de los investigadores respecto de otras novelas de hoy en día, salvo por los temas que tienen que ver con la tecnología actual y de la época: máquinas de escribir en vez de ordenadores, teléfonos fijos y uso de cabinas telefónicas, telegramas, datos que llegan por correo y que llevan su tiempo recibirlos, etc. Por lo demás, una trama, una manera de organizarla y de mostrárnosla totalmente moderna.Por otro lado, aunque en un principio, como es lógico se desea saber quien es el asesino y los motivos que le llevaron a cometer el asesinato, lo cierto es que esto va quedando en un lugar secundario. Es una novela, que aunque la trama se para en muchos momentos porque los policías no encuentran apenas ningún hilo de donde seguir tirando para averiguar que le ha pasado a la chica asesinada, y sin embargo, no se perciben esas paradas porque los autores consiguen jugar perfectamente con los tiempos y el papel que los personajes juegan en ellos. Martín Beck te consigue transmitir perfectamente el valor de la paciencia, del tarde o temprano llegaremos a algo, sólo es cuestión de un poco más de tiempo; y esperas con él mientras sigues leyendo sin poderlo dejar. Es curioso porque yo que suelo ser de lecturas donde pasan cosas y si son rápidas mejor, no he tenido en ningún momento sensación de lentitud y eso que hasta la página 55 (tres meses después del asesinato) no averiguan el primer dato relevante como es el nombre de la chica, Roseanna.Ni que decir tiene que además los autores nos sitúan perfectamente en la Suecia de la época (Estocolmo, Motala, Göteborg, etc) y sus cambios climatológicos.En resumen, una novela totalmente recomendable. Unos clásicos que merecen la pena ser leídos sin miedo a encontrarnos algo fuera de lugar o denostado por el paso del tiempo. Por mi parte, seguro que seguiré disfrutando de Martín Beck tanto como ya lo hice con Wallander.