Revista Libros

Rossell hope robbins; "enciclopedia de la brujería y demonología".

Por Malaventura

Rossell hope robbins;
Enciclopedia; obra en la que se exponen una gran cantidad de conocimientos sobre una materia. Comenzando por la primera entrada "Acusaciones" y terminando por la última "Young, Alice; ver Brujas de Connecticut", se repasan tres siglos de persecuciones y horror, desde los inicios del siglo XV hasta finales del siglo XVIII, alcanzando el momento culminante en el siglo XVI. 

La hechicería y la magia son fenómenos universales, tan antiguos como la consciencia del ser humano, sencillamente significan un intento de dominar la naturaleza en beneficio del hombre. Su significado experimenta diferentes cambios en su uso cotidiano, poco a poco adquiere una nueva configuración hasta atribuírsele el concepto de herejía. Se establece la diferencia entre hechicería y brujería, mientras la hechicería forma parte del folclore, la brujería lo hace de la religión y como tal se la cataloga de herejía cristiana. A la figura del brujo o la bruja (en adelante emplearemos el femenino porque la mayoría eran mujeres) se les define legalmente como "aquel que, conociendo la ley de Dios, intenta realizar ciertos actos mediante pacto con el Diablo para obrar el mal". El acuerdo con Satanás, escrito con sangre, ya sea implícito o privado, explícito o público es un elemento esencial que confiere a la brujería su carácter herético. No había bruja que no tuviera su demonio familiar, solía ser un gato o cualquier otra mascota doméstica, sospechoso potencial de causar desgracias en cosechas, animales y personas sin explicación inmediata y absolutamente clara. Punto de reunión satánico tenido por físico y real, era el aquelarre, supuestas orgías licenciosas de Satanás (el macho cabrío) con sus adoradores, quienes, después de frotarse el cuerpo con ungüentos, acudían a la fiesta volando sobre sus escobas. Fuente de inspiración de todos los tratados de demonología y brujería, fue el Malleus Maleficarum (obra de dos monjes dominicos alemanes, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, publicado en 1486), primer manual donde se codificó que la herejía-brujería constaba de: pacto, aquelarre y vuelo.

En la Europa occidental se proclamó que la brujería era un movimiento subversivo encaminado a derrotar al Dios cristiano, un delito herético merecedor de la pena de muerte, cualquier medida empleada para suprimirla estaba justificada. Cursando esta máxima se instruyeron procesos que no pretendían esclarecer la culpabilidad o la inocencia del acusado sino condenarlo lo antes posible e identificar al mayor número de cómplices culpables del mismo delito. Los procesos eran secretos, sin asistencia de abogado, se ocultaban los cargos al reo, sin exigencia de pruebas, se aceptaban los simples rumores, los testigos y denunciantes se mantenían en el anonimato y se obtenían las confesiones bajo tortura (la detención y las posteriores condiciones de los presos en las cárceles suponían los primeros elementos de tortura). La tortura era un método de probada eficacia, se justificaba intelectualmente, y se suponía que las confesiones extraídas bajo su aplicación eran sinceras y verdaderas; el límite lo ponía la muerte. Jamás se declaró inocente a un acusado, en el mejor de los casos se le consideraba "no probado", pudiéndose reanudar el juicio en cualquier momento. Se podía perdonar en nombre del cristianismo pero los jueces y abogados sancionaban en nombre de la razón. 

El fenómeno desatado de la brujería se extendió principalmente, como decíamos, por diversas naciones europeas y algunos territorios de Estados Unidos. Ante este hecho, cada país reaccionó de diferente manera según su situación social, económica, política, religiosa u otros factores más complejos como legislaciones civiles o conceptos teológicos; por ejemplo en Francia la brujería se manifestó fundamentalmente en conventos de jóvenes monjas histéricas, hechizadas o poseídas; en España, sin embargo, la persecución de  las brujas fue muy limitada librándose de los horrores que asolaron a gran parte de la Europa central y Gran Bretaña, donde acabó convirtiéndose en una industria y fuente de intereses. Los tribunales tanto religiosos como seculares cobraban; el acusado o acusada y sus familiares pagaban las costas del juicio y los salarios de todos cuantos intervenían en el proceso desde el primero, el cazador de brujas (algunos se hicieron ricos), continuando por los guardias, celadores, carceleros, torturadores, jueces, etc. hasta el último, el verdugo; formaban parte de un negocio lucrativo que obligaba a mantener activo un cierto número de víctimas para ir engrosando el botín del que se beneficiaban tantas personas. 

Como corresponde a una obra de estas características, en el libro se recogen ordenados alfabéticamente: papas, reyes, aristócratas, inquisidores, jueces, teólogos, monjas, curas, investigadores, cazadores, brujas, brujos, magos, hechiceras, ritos, mitos, procesos, torturas, condenas, lugares, etc. etc. etc. una extensa información suficiente para introducir al lector en una historia de horror. La persecución de la brujería enmascaró las pasiones más bajas (la envidia, los celos, la codicia, el egoísmo, el miedo, la maldad); degradó la honradez, la verdad, la justicia; alentó el fanatismo religioso y el provecho político; sacrificó la lógica y el sentido común permitiendo inhumanas brutalidades.


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