Cuando abordamos el último fin de semana oficial del Festival de Rotterdam, aunque durante la próxima semana seguiremos ofreciendo crónicas de las películas que forman parte de su programación, nos acercamos a algunos de los últimos títulos que han sido seleccionados para la sección competitiva, pero también a nombres reconocidos que presentan sus últimas propuestas cinematográficas. La presencia española, que hemos ido comentando a lo largo de esta semana, se cierra con dos cortometrajes que se presentan en secciones paralelas.
TIGER COMPETITIONGustav Holst (1874-1934, Reino Unido) escribió su obra The cloud messenger, Op. 30 (1913) inspirándose en el poema sánscrito Meghadūta del poeta Kālidāsa (s. 3-4 d.C.), una de sus obras más conocidas, en torno a un Yakṣa, un espíritu de la naturaleza, que después de haber estado exiliado, utiliza una nube pasajera para enviar un mensaje a su esposa Alaka. El poema, que está considerado uno de los más relevantes de la literatura india, está expresado desde el punto de vista de la nube, describiendo los diferentes paisajes por los que se mueve hasta llegar a su destino. Esta tradición literaria es una de las fuentes de la película Meghadūta(The cloud messenger) (Rahat Mahajan, 2022), la única representación india en la programación oficial del Festival de Rotterdam. Pero la mitología que proviene de los textos épicos como el Ramayana se une a una historia de amor entre dos jóvenes compañeros de estudio en un internado, trazando una historia paralela que mezcla la tradición con el crecimiento adolescente, convirtiendo el drama en un camino para alcanzar la madurez. La historia se desarrolla en el año 1995 y tiene como protagonistas al joven Jaivardhan (Ritvik Tyagi) y a la recién llegada Tarini (Raj Zutshi), de la que aquel se enamora inmediatamente, porque siente una conexión especial que tiene que ver quizás con otra vida anterior, incluso una que está más allá de este mundo. La vida en el internado está marcada por la estricta educación que imponen los profesores, excepto uno de ellos, Dhiraj Sapru (Raj Zutshi) quien a través de sus clases de fotografía introduce a los jóvenes en la percepción de la naturaleza, en la observación dirigida por las emociones y por tanto en una expresión del sentimiento que está más allá de la doctrina tradicional.
Rahat Mahajan tuvo su formación académica en el mismo internado en el que ha rodado su película, The Lawrence School Sanawar y de hecho ha venido desarrollando la película durante los últimos doce años, con dos intentos de ponerla en marcha, en colaboración con los alumnos de la propia escuela, algunos de los cuales forman parte del reparto de la película. El desarrollo de este drama romántico mezcla la historia de los dos adolescentes con la narración del tradicional cuento espiritual, estableciendo una épica del lenguaje cinematográfico a través de una planificación y una fotografía de gran belleza, cuyas imágenes están inspiradas en las cuatro Mukharaga (expresiones faciales) que forman parte del Natia-shastra (un antiguo tratado de arte dramático) que expresan las correspondientes rasas (emociones). Esta representación tradicional utiliza tres estilos de teatro y danza sánscritos: Kutiyattam (interpretado por la bailarina Katina Venu), Theyyam (interpretado por el actor Kn Lakshmanan) y Kathakali (a cargo de los actores Sadanand Bashi y Rajeevan Peesapali).
El director, que estudió en el Art Center College of Design de Los Angeles, y vive entre la India y Estados Unidos, desarrolla de esta forma una película basada en la estética, que se deja llevar por los ritmos acompasados del antiguo teatro tradicional indio en contraste con un estilo más "occidental" en las escenas que protagonizan los jóvenes. Resulta sorprendente que, siendo una película con una factura técnica tan cuidada, el mismo Rahat Mahajan se haya encargado del guión, la dirección, la fotografía y el montaje, e incluso participa como actor interpretando a la versión mitológica de Jaivardhan. A lo largo de sus dos horas y media de duración, The cloud messenger propone un coming-of-age romántico que se afianza en la tradición cultural de la India, consiguiendo una película de gran riqueza dramática, que expresa la conexión entre el hombre y la naturaleza a través de una representación del amor como un sentimiento conectado con lo cósmico, en cierta manera muy adecuado para la efervescencia emocional de la adolescencia. Hay una apuesta arriesgada en la utilización de expresiones teatrales que se basan en el ritmo pausado de los movimientos llevada al lenguaje cinematográfico, pero consigue ser hipnótica y fascinante, sobre todo en ese espléndido comienzo, que convierte a la película en una experiencia eminentemente emocional.
La primera película de los directores franceses Marguerite de Hillerin y Félix Dutilloy-Liégeois está producida por Paulo Branco, y tiene muchos puntos de conexión con otras propuestas del productor portugués. Adaptando libremente la novela Der findling que se imprimió por primera vez en 1811, el mismo año de la muerte de su autor, Heinrich von Kleist. A criança (Marguerite de Hillerin, Félix Dutilloy-Liégeois, 2022) es una historia dramática que se desarrolla durante seis días en 1554 y que tiene como protagonista a Bela (João Arrais), un joven nacido en un barrio pobre de Lisboa que es adoptado por una familia acomodada, que intenta sustituir a su hijo, desaparecido después de un viaje comercial a África. Bela se convierte así en el heredero del negocio del comerciante Pierre (Grégory Gadebois), y sus nuevos padres incluso eligen una prometida para él, aunque se relaciona en secreto con Rosa (Inês Pires Tavares), una sirviente que trabaja en el Monasterio cercano. La película está ambientada en una época en la que prevalecen las costumbres conservadoras y religiosas, pero al mismo tiempo abierta a cierta modernidad debido a los nuevos descubrimientos y el comienzo de la colonización.
Rodada en Portugal, utilizando escenarios exteriores que en realidad no establecen un espacio temporal muy marcado, A criança quiere aportar una cierta contemporaneidad a la historia y las relaciones entre los personajes (el propio padre adoptivo de Bela tiene una relación poliamorosa en la que comparte el amor heterosexual y homosexual), y hay cierta ambigüedad en la propia presentación del protagonista, que parece seducir a todos aquellos que le rodean, aunque no sea esa su intención. Se establece por tanto una idealización del personaje, que está presentada también a través de la fotografía del veterano Mário Barroso, colaborador de Manoel de Oliveira, que destaca los paisajes idílicos que contrastan con el dramático desarrollo de los acontecimientos. A criança sin embargo no puede evitar cierta rigidez en los diálogos, una especie de teatralidad que, por más que se escojan escenarios exteriores en la mayor parte de las situaciones, acaba siendo demasiado evidente. Y aunque establece una reflexión interesante sobre la moralidad impuesta en una Lisboa sometida a la Inquisición, que sin embargo parece no existir en ese paraíso en el que se desarrolla la historia, la expone de una forma demasiado evidente a través de un enfoque que cuestiona la representación heteronormativa.
BIG SCREEN COMPETITION
El director Jacques Doillon (1944, Francia) consiguió uno de sus mayores éxitos internacionales con la película Ponette (Jacques Doillon, 1996) y ha logrado a sus 77 años una sólida carrera como uno de los más destacados miembros de la cinematografía de su país, pero sus últimas propuestas han sido ejemplos algo rancios de un cine tradicional, como Mis escenas de lucha (Jacques Doillon, 2013) o Rodin (Jacques Doillon, 2017). Su cine ha explorado más acertadamente la infancia que la edad adulta, como en El pequeño criminal (Jacques Doillon, 1990), por lo que era especialmente esperada su última incursión en este universo complejo de la niñez que ahora se presenta en el Festival de Rotterdam. CE2 (Jacques Doillon, 2021), cuyo título se refiere al curso en el que estudian los dos niños protagonistas, se presentó en el Festival du Film Francophone à Angoulême con la presencia de Brigitte Macron, esposa del presidente Emmanuel Macron, muy activa en la lucha contra el acoso escolar, pero no ha conseguido todavía un espacio en las pantallas cinematográficas de Francia.
La protagonista de la historia es Claire (Roxanne Barrazuol), una niña de ocho años que vive con su madre Constance (Nora Hamzawi) y que sufre abusos en la escuela, liderados por Kevin (Cyril Sader), que expresa su deseo de ser su novio a través de un acoso constante. Cuando los adultos descubren este comportamiento actúan de inmediato, pero en cierta manera la película plantea en la primera parte una cierta ineficacia de las medidas de control de los colegios y de los propios padres para hacer frente a estas acciones. Jacques Doillon no se queda en la mirada desde el punto de vista de Claire, sino que bucea en las razones por las que Kevin se comporta como un abusador, y muestra un hogar desestabilizado en el que la madre, Sandra (Doully Millet) es alcohólica e incapaz de educar a su hijo, y el padre, Gérald (Alexis Manenti) ejerce una influencia negativa sobre el niño. Los personajes masculinos están representados como figuras ausentes. Para Claire su padre Jean (Julien Tiphaine) es un héroe, pero su profesión de militar le hace estar separado durante muchos meses de su familia, mientras que para Kevin la separación de sus padres le ha llevado a vivir con su madre y a compartir solo momentos determinados con Gérald.
CE2 aborda el acoso escolar acercándose de una forma parecida a la representación de éste que hace la reciente película Un pequeño mundo (Laura Wandel, 2021), intentando comprender a los abusadores, las razones por las que la inocencia que se supone en los niños es sustituida por una violencia y una actitud de dominación. El retrato de Kevin y su inestabilidad familiar es quizás demasiado sencillo como justificación de sus acciones, pero en la parte positiva el director otorga a los niños la capacidad de solventar los problemas que los adultos solo saben solucionar con medidas correctoras. Es Claire la que poco a poco se acerca a Kevin, a pesar de su actitud de acoso, y en cierta medida es el mundo infantil el que consigue estabilizarse frente a las suspicacias de los mayores. La película sin embargo no funciona del todo en su representación del entorno de los niños, y en algunos momentos se transmite una sensación de improvisación, como en la visita que hace Gérald, el padre de Kevin, a Constance (Nora Hamzawi), una larga secuencia que denota vaguedad en los diálogos e incertidumbre en las acciones. Tampoco los niños protagonistas están bien dirigidos, pero es mucho más acertado el retrato, por ambiguo, del abusador Kevin, cuyo futuro como adulto es incierto, incluso en un desenlace que puede tener una lectura igualmente esperanzadora que desmoralizante.
SHORT AND MID-LENGTH: ARTIST'S MOVING IMAGEDos cortometrajes españoles forman parte de esta sección que recoge principalmente trabajos de corte experimental. El más conocido del Festival de Rotterdam es Luis Macías, que ya fue seleccionado por sus obras Spectral landscape (Luis Macías, 2015), en la sección Deep Focus ythe eyes empty and the pupils burning with rage and desire (Luis Macías, 2018) en la sección Bright Future Short, ambos en la edición de 2019, dos piezas que en realidad se presentan como performances en las que con distintos proyectores de 16 mm. se establece una superposición de imágenes que proponen una experiencia abstracta de luz y formas orgánicas. El propio Macías se define así mismo no solo como director de cine sino principalmente como artista y "compositor de imágenes en movimiento", impulsor de un cine artesanal en soporte fílmico a través de CRATER-Lab, un laboratorio de creación y experimentación con la imagen analógica. El océano análogo // Sol I << Agua (Luis Macías, 2021) propone también una experimentación con la imagen, superponiendo planos rodados en 16 mm. y utilizando los colores básicos para establecer una nueva dimensión de nuestra mirada, que casi tiene una percepción mística. El cortometraje es la primera parte de una serie inspirada en el mito mesoamericano del Sexto Sol, en el que también se basó la performance de cine expandido The Sixth Sun // 360º Screen (Luis Macías, 2019), pieza performativa planteada para un planetario que se estrenó en el Punto de Vista Film Festival de Pamplona. Las civilizaciones pre-hispánicas dividían las eras de la humanidad en soles, y establecían el Sexto Sol como el comienzo de una nueva existencia que pasaba, inevitablemente, por la destrucción de la anterior.
El trabajo audiovisual de Luis Macías se basa también en la novela inacabada de René Daumal El monte análogo (1944, Ed. Atalanta), que comenzó a escribir en 1939 cuando se le diagnosticó la tuberculosis de la que murió algunos años después. La historia está protagonizada por Pierre Sagal, un joven que parte en busca de una montaña inaccesible llamada el Monte Análogo que es la puerta a una nueva dimensión. Alejandro Jodorowsky quiso llevar la novela al cine, pero los herederos de René Daumal se negaron, aunque su película La montaña sagrada (Alejandro Jodorowsky, 1973) está más que inspirada en el texto del escritor francés. En El océano análogo la montaña es también el inicio de una desembocadura hacia el mar, y tiene una cierta dimensión onírica que termina sembrando en el océano colores infinitos que se reflejan bajo un sol brillante que se superpone al iris humano. La relación entre el hombre y la naturaleza es la imagen de la destrucción, pero también del renacimiento, una nueva era en la que, quizás, los seres humanos perderán su poder frente al entorno que les rodea. El otro representante español es el cortometraje de animación Azaletik azalera (Mel Arranz, 2021), que se pudo ver en el Festival de San Sebastián e inauguró Zinebi, el Festival de Documentales y Cortometrajes de Bilbao. Se trata de la primera experiencia de la directora Mel Arranz (1998, Vitoria-Gasteiz) en el campo de la animación, y establece la reacción que provoca el contacto humano, el tacto entre piel y piel, de donde proviene el título, y las sensaciones que transmite la conexión física. La propia directora define el acto de dar la mano como "una acción llena de sentimientos que no se pueden explicar con palabras". Y en cierta manera es una representación de lo opuesto a la distancia social que hemos estado viviendo en los dos últimos años, una especie de necesidad de recobrar el contacto como un elemento primordial de las relaciones humanas. El proyecto nació durante la pandemia en 2020 y ha sido posible gracias a una campaña de micromecenazgo que funcionó mejor de lo que se esperaba. Es un cortometraje de solo siete minutos que transmite sensibilidad, que ofrece una mirada cercana a la piel, las pieles que se tocan y que provocan un cúmulo de reacciones. Mel Arranz consigue que algo tan sencillo, reflejado de una manera tan poética en su cortometraje, provoque emoción y reflexiones sobre nuestras propias carencias y nuestras propias necesidades.
Un pequeño mundo se estrena en cines el 25 de febrero.
Ponette y La montaña sagrada se pueden ver en Filmin.
Rodin se puede ver en Filmin y Prime Video. El pequeño criminal se puede ver en Netflix.