Se va. Y creo que es lo mejor que le puede pasar a esta Iglesia cavernícola, estancada en siglos pasados. Y se ha ido como ha sido, insidioso, indecente, ignominioso, mentiroso y despectivo. Un tipo que ha dirigido a la Iglesia Católica y que ha tratado por todos los medios de volver al nacionalcatolicismo. Hoy es lo mejor que le puede haber pasado a esa Iglesia, al papa actual. Aunque también es bueno para la sociedad civil, porque la desvergüenza de este individuo interfiriendo en temas de Estado será difícil de superar por su sucesor.
Ha mantenido a la cúpula católica en una lucha constante por hacer a esta sociedad una comunidad sometida a su Iglesia, es verdad que apoyada por muchos de los políticos de este país, sobre todo del PP –donde abundan legionarios de Cristo y opusdeistas hasta en sus altas esferas--, pero también del PSOE (Bono, Vázquez y Bellocq son un ejemplo claro) que han mantenido siempre abierto un hilo conductor entre Iglesia y Estado sin creer en la necesidad de un Estado Laico, propio de todos los países de nuestro entorno y de los tiempos que vivimos.
Rouco ha luchado por imponer leyes divinas sobre las humanas, por mantener una dependencia del poder civil sobre el religioso, ha batallado contra el aborto, contra el matrimonio homosexual, el movimiento 15-M, la cultura, la relatividad, contra la izquierda y en favor de la teoría de la conspiración.
Rouco ha sido uno de los lados de ese cuadrilátero de la ignominia –los otros tres son Aznar, Pedro J., y Jiménez Losantos-- que ha impulsado y mantenido viva la conspiranoia.
Ayer mismo, en la misa celebrada por las víctimas se despidió con un mensaje aguerrido –su último mensaje como jefe de la Iglesia en España-- y puso en duda la autoría de la masacre del 11-M, siguiendo a línea de la caverna mediática y de muchos dirigentes del PP, que todavía siguen insistiendo en esa teoría, a pesar de que todo demuestra que no hay tal.
En primer lugar, habría que preguntarse por qué se ha celebrado una misa, en vez de un acto civil, para homenajear a las víctimas. Esto explica el nexo existente en nuestro sistema entre Iglesia y Estado, opuesto a una sociedad laica.
Además, ha sido el último grito de aliento de un indeseable personaje, donde ha repetido todos sus quistes y donde de nuevo ha vuelto a confundir pecado con delito, Iglesia con Estado. Y es que este expresidente siempre ha parecido mucho más un general que un religioso. Sus actitudes belicosas en temas no religiosos han sido una constante durante su reinado. Es de esperar que el recién nombrado presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, al que le deseo lo mejor, se dedique a su Iglesia y no interfiera en asuntos civiles. Y colabore en esa distinción propia de un país del siglo XXI, la separación de la Iglesia y el Estado.
Podría empezar por convertir en realidad una promesa escrita en los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede en 1979 (IV acuerdo, artículo II, punto 5) por la que:
La Iglesia católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades
Ya es hora. Ha pasado la friolera de 35 años y siguen mamando de la vaca Estado.
Y a Rouco, qué decirle: ¡Hasta nunca, Torquemada!
Salud y República