Rubalcaba

No me cabe duda de la enorme valía como político de D. Alfredo Pérez Rubalcaba, llamémosle Pérez o Alfredo, que tanto da; es el paradigma de definir su actividad como explicar hoy lo que sucederá mañana a la vez que se hace lo propio al día siguiente para justificar porqué no ha ocurrido. Resulta difícil, y exclusivamente al alcance de pocos privilegiados, formar parte del gobierno de los GAL y ser candidato a la presidencia tres lustros y pico más tarde, algo que da idea del potencial del cántabro por un lado, y del escaso nivel en el resto de políticos por otro. Zapatero pasará a la historia como un lastre para el propio socialismo, habiendo ejercido un poder cuajado de improvisaciones y guiños populistas que mermaron la confianza en nuestra economía y dejaron las arcas del estado en ruinas: Alfredo Pe punto no tardó en convertirse en líder de un gobierno con ministros como Corbacho, Pajín o Pepiño, lo que tampoco tiene tanto mérito. Después puso una mancha en su historial con el caso Faisán, guiñando a ETA la posibilidad de volver a la vía política si abandona las armas, baza que, a buen seguro, guarda, tras una negociación ruin en las cloacas de la política, para el momento electoral más oportuno. Después de una dilatada carrera política, alcanzada una cierta edad, a D. Alfredo le da lo mismo ser el candidato que el presidente, pero, como el ave Fénix, es capaz de resurgir de las propias cenizas y proporcionar otros cuatro años de gobierno de izquierdas, entendidas a su peculiar manera, a los españolitos de a pie. Lo único que cuenta al final, son los grupos de presión en el ámbito económico y los “mass media”; la experiencia es un grado y aunque a Rajoy no le falta, y es un excelente gestor, resulta, desde todo punto de vista, peor candidato. El cántabro tendrá ocasión de explicarnos la cuadratura del círculo de aquí a los próximos meses, el sentido común está en cada uno de nosotros, no concediéndole una confianza que no merece.