Hasta el último momento, la elección de quien accediera a la Secretaría General del PSOE estaba abierta. No porque no estuviera todo cerrado desde los días anteriores -todo el mundo va a los Congresos con las cuentas hechas-, sino porque la propia trayectoria del PSOE implica que ya no hay criterios fijos -ideológicos o materiales- que garanticen el voto. Dicho de otra manera: hay una parte que no se sabe cómo va a resultar hasta que los delegados finalmente votan. Recordemos ese pequeño sector de Madrid que apoyó a Zapatero y terminó después traicionando al PSOE, entregándole la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre. Porque los partidos también son organizaciones de intereses, algo que, con demasiada frecuencia, en la fase cartelizada del Estado de partidos, se convierte en un elemento de enorme relevancia para explicar un resultado como el que ha llevado a Rubalcaba a la Secretaría General del PSOE.
El aparato histórico del partido -esto es, el aparato en esencia- aprendió del “error Zapatero”: era la última vez que se les colaba algo que no estaba diseñado. Pese a todo, una parte importante de las bases, casi la mitad, ha entendido que había “como que” empezar de nuevo -como recitó Chacón en su discurso a los delegados-. Pero ese deseo ha sido solamente una parte de la realidad. “¿Otra renovación? ¿Y qué va a ser de nosotros?” -recitaban en letanía los maduros militantes del PSOE que llevan demasiado fungiendo de burócratas. La misma incapacidad del PSOE de dejar entrar en liza a otros candidatos que no fueran parte fuerte del pasado -alguien que no fuera Chacón y Rubalcaba- es la que ha terminado apostando por la continuidad. “Este es un partido fuerte”, ha repetido Rubalcaba. El que es capaz de impedir que la participación desborde a la institucionalidad. Como en la Transición. Un partido que renuncia a la pelea en el momento en el que estamos perdiendo el Estado social. Un partido que no puede, así visto, prometer nada hasta que los propios errores del PP les devuelva una posibilidad de gobernar. Mientras, la ciudadanía, alejándose y alejándose.
Los 22 votos de diferencia entre Chacón y Rubalcaba son parte del tufo rancio que sigue pesando en una España a la que aún le huelen los pies a franquismo. La mitad de los mil delegados no parecen estar por cambiar el relato de la transición. ¿Se habrán enterado de que mientras los poderosos se reunían en Davos, los movimientos sociales lo hacían en Portoalegre? Pero si Chacón no iba a viajar nunca a Portoalegre, Rubalcaba va a regresar a Davos.
No es una buena noticia para el PSOE la victoria de Rubalcaba. Demuestra que los delegados -que son, no lo olvidemos, los responsables de lo que ha pasado- han decidido seguir esperando, a ver si cae del cielo la solución. No están dispuestos a empezar a cambiar -lo que les podía haber costado el puesto- sino a aguantar. En España, decía el nobel plagiador Cela, quien resiste triunfa. Actitud cobarde pero, al parecer, eficaz. Que gobierne el PP, y el PSOE aproveche para esconderse mientras aparece Felipe González a solventar sus cuitas. ¿Apostamos a que vamos a tardar en ver al PSOE en la calle?
La victoria de Rubalcaba es más de lo mismo. Lo que acaba de ser derrotado en las elecciones. Es la desconexión con el 15-M. Es la socialdemocracia responsable del hundimiento de la socialdemocracia europea. Es la estela de Felipe González. Son los que pactaron el Concordato con la Santa Sede, los que inventaron emporios mediáticos, los que apuntalaron a familias bancarias, los que sostienen jueces que nos parecen prevaricadores por acusar a otros de tal delito. Rubalcaba es el continuismo. En la crisis del capitalismo neoliberal, el PSOE escoge a los que fueron sus alevines. Y la mitad del congreso más 20 han apostado a eso.
La victoria de Rubalcaba es buena para Rajoy y el PP. Les basta seguir aduciendo las críticas que les llevaron a la victoria. Es el mismo tipo al que derrotaron debido a la lectura que hizo España de ese mismo PSOE. El Rubalcaba que hizo al partido de la rosa perder 4 millones de votos. El PP va a entender perfectamente el mensaje de los delegados: gobierna tranquilo, que aún no sabemos qué demonios hacer. El PSOE, eligiendo a Rubalcaba, le da cierta carta blanca al PP. ¿No va a sentirse tranquilo Rajoy con ese tiempo muerto que le entregan? Contra Chacón necesitaban inventar ataques. Con Rubalcaba, repetirlos.
Por último, la elección de Rubalcaba deja mucho espacio a su izquierda. Es buena para un espacio político y social que quiera ir más allá de la Europa cartelizada y que el PSOE ha decidido abandonar. Pese a la demagogia de Chacón, echarle la culpa de todo a Alemania es demasiado fácil. “¿Y tú qué has hecho en casa?”, cabría preguntarle. ¿O es culpa de Alemania obedecer a los EEUU? ¿Es Merkel culpable de la Ley Sinde? ¿Y de los desahucios? ¿Y de que no hayamos cambiado socialmente la Constitución sino para recortar el gasto social? ¿Y del apoyo a la monarquía? ¿O del juicio a Garzón por perseguir la Gürtel o los crímenes del franquismo? Un nacionalismo torpe que deja de lado el problema de fondo. Es más fácil estar en contra de “Alemania” que en contra del capitalismo, de la dictadura financiera, de las SICAV, del fraude fiscal, de los resíduos del franquismo. En una carrera, cuando el primer galgo no alcanza una liebre, el segundo menos.
Como Rubalcaba significa la continuidad, la “experiencia” (esto es, la inamovilidad generacional), las esencias del partido, quizá tenga espacio para darle paso a gente más joven que vaya fogueándose de cara a las elecciones de dentro de cuatro años. Así, además, le cortará el paso a su odiada Chacón. Nunca hay tanto amor como dentro de los propios partidos. Pero, como decía Lem, no hay que esperar demasiado del fin del mundo.
La elección de Chacón hubiera generado la sensación de renovación y una promesa de cambiar el partido. Hubiera robado espacio al movimiento social y a la izquierda consecuente. Porque el bipartidismo ha cuajado y hay gente que tiene miedo de mirar más allá de los dos partidos del cártel. Rubalcaba, como un efecto no buscado, regresa esa oportunidad. El espacio de cambio, el que está en la izquierda, el que acaba de reunirse en el Foro Social Mundial en Portoalegre, sigue teniendo todo el espacio abierto. Nada ha cambiado.