Zapatero acaba de elegir como posible heredero y porteador de su Paso Doloroso de Fin de Mandato, a Alfredo Pérez Rubalcaba, cántabro, 59 años, capaz de venderle muebles desvencijados como si fueran nuevos a los Ramonet, la familia alicantina campeona nacional de charlatanes.
Este doctor en Químicas tiene tal capacidad de convencer que logrará que millones de personas crean que convierte el plomo zapateril en oro capitalista, como los alquimistas.
Que tiemble el PP, porque va a meter a todos sus corruptos en prisión y hará que nadie se acuerde de los socialistas o nacionalistas infectados, que no son menos.
Rubalcaba, además, ha navegado como submarino entre los asuntos socialistas más hediondos, entre ellos los crímenes del GAL, y ha sabido salir indemne, mientras otros cercanos terminaban en prisión.
Con su voz melosa y tranquila había conseguido hacer creer a muchos españoles que el GAL era una falsedad de la derecha y de algunos periodistas.
Al llegar al poder, Zapatero aniquiló a los equipos del felipismo y a los manchados por Filesa o el GAL. Pero se quedó con Rubalcaba, mientras introducía en altas responsabilidades a Leire Pajín, Biniana Aído y similares “miembras”.
Como jefe de la policía Rubalcaba es tan elocuente que convenció a la gente que tampoco sabía nada de Caso Faisán, el de las filtraciones policiales para proteger a los terroristas que negociaban con Zapatero.
Ahora, aparte de seguir prestándole su capacidad de convicción al Gobierno, Rubalcaba adquiere más poder aún para controlar el país desde su torre policial.
Usará lo que sepa en favor de su jefe, mucho menos preparado y talentoso que él, y que tiemble el PP ante el agitprop de esta voz cálida y aspecto de osito inocente: es amoroso, suave y despiadado con sus oponentes como el Gran Hermano.