La publicidad del PSOE con un niño que le dice a la asistenta que lo lleva al colegio privado que espera que la hija de ella sea sirvienta de sus futuros hijos, hace imaginar a las criadas o los chóferes que llevaban a Alfredo Pérez Rubalcaba al elitista Colegio del Pilar, en el barrio de Salamanca de Madrid.
Ser pilarista señala que se tendrá poder en el mundo político y financiero de la derecha madrileña: Aznar, Juan Abelló, los Albertos, Villar Mir, Vilallonga, los Garrigues, y tantos otros.
Pero no debería ser una característica de los líderes de la izquierda laica ni de sus hijos, porque el eficaz colegio está consagrado a la Virgen del Pilar por la Compañía de María.
Aparte de Pérez Rubalcaba, también estudiaron en la incubadora de poderosos los socialistas Jaime Lissavetzky, Javier Solana y muchos otros.
Claro que Zapatero, como Mariano Rajoy, fue en León a las Discípulas de Jesús.
Todo el mundo sabe que los líderes socialistas y sindicalistas en Madrid no mandan a sus hijos a los colegios públicos, como no sea a los bilingües de Esperanza Aguirre, más exigentes que lo que propone la LOGSE creada por Rubalcaba.
Cuando para defender la escuela pública aparecen una asistenta y un niño en un diálogo sólo posible en una escena esclavista decimonónica, se sabe que el PSOE ha perdido el talento publicitario que creó en su día la imagen ZP.
Lo que debería hacer la publicidad socialista es exponer lo verdaderamente rechazable de la enseñanza privada.
El cronista conoce a quien sufrió sus castigos. Por ejemplo, si los dos hijos de José Blanco se alborotan en el carísimo British School experimentarán la eficaz disciplina inglesa: pasará una hora en un patio exterior tiritando bajo el frío que ya llegó.
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SALAS