De México solo escuchamos, desde hace varios años, noticias de muerte. Tanto en así que hemos perdido la capacidad de preguntarnos qué está pasando allí. Es inconcebible pensar que todos estos son hechos aislados, que no hay nada ni nadie detrás de cientos de cadáveres que no tienen derecho a lo mínimo, a la verdad.
Por eso digo que Rubén Espinosa, el joven fotoperiodista que fue asesinado la semana pasada junto a cuatro mujeres, merece saber qué carajo le pasó. A todos. Él estaba amenazado por su trabajo en Veracruz, al igual que Nadia Vera, activista, quien hacía parte del movimiento #YoSoy132. Poco se sabe del caso hasta el momento. Las instituciones no paran de hablar de “investigaciones”, de las que los periodistas no tienen ni idea. Y lo más indignante: el principal sospecho de estos asesinatos, el gobernador veracruzano Juan Duarte, no está siendo interrogado por la policía. La propia Nadia, en una entrevista a un canal mexicano, señaló a Duarte como responsable de lo que le pudiera pasar.
México se ha convertido en un país donde la impunidad ya no tiene límites, donde confiar en las instituciones es imposible. Es un acto de fe, no de raciocinio.
Entre las fallecidas se encuentra una mujer, de supuesta nacionalidad colombiana, donde se están centrando muchos de los ojos. Y es que ser colombiana sigue siendo un título poco honroso, según algunos. Es, por ende, más sospechosa que las demás, sin ningún tipo de indicio, por haber nacido en un país que, hoy en día, no tiene ni la mitad de homicidios que México.
México se está “colombianizando”, como afirman muchos, un calificativo que duele mucho. Pero sí es cierto que su situación actual se parece a la del Medellín de los 80. El problema principal es que no nos cuestionemos qué ocurre en estas realidades, cuál es el grado de impunidad de la que disfrutan los asesinos, y si realmente no existen ningunos mecanismos para cambiar las cosas.
Rubén merece saber, allá donde esté, qué le pasó. Igual que Nadia, Alejandra, Nicole y Alejandra. Los muertos, se crea en el más allá o no, no pueden descansar sin tener la certeza de que se hará justicia.
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