Revista Cultura y Ocio
“Rubia de verano” no es una historia sola, son cuatro que componen una sinfonía sobre la vida y la realidad de nuestro día a día.
Adrian Tomine es el músico tras las notas en una atractiva edición que nos llega a través de Ediciones La Cúpula.
Alter Ego.
La primera narración nos lleva hasta un escritor de, hasta ahora, un solo éxito, aunque trabaja para algunas revistas con pequeños cuentos y de negro para un joven actor, de esos estilo Justin Bieber y que sin duda llenará toda una sala de jovencitas en busca de su historia, y por supuesto está atrapado en un bloqueo mental que no es más que un reflejo de su propia vida.
Un día recibirá una carta de, supone, un antiguo interés romántico con el que intentará recuperar el contacto y en su lugar se cruzará con su hermana (una adolescente) que le recordará y llevará a ese mundo cálido que son los años de pubertad en nuestros recuerdos, aunque hayamos sido el tipo raro del colegio.
Rubia de verano.
Aunque sea la que da títula al tomo no la encontramos hasta el segundo lugar, quizá en una simple casualidad o en una idea bien planeada desde la editorial. De la forma que sea está en su adecuado sitio y encaja perfectamente manteniendo la atención del lector, y creando la apetencia de poder seguir leyendo.
Neil es un cuarentón, suponemos ya que no se llega a especificar la edad, que vive solo literal y metafóricamente ya que está atrapado en sus propios miedos y problemas, los que no le dejan relacionarse con los demás y todavía menos con las mujeres. Sus problemas se complicarán más con la llegada de Carlo, un nuevo vecino que es todo lo que él querría ser, joven y atractivo con facilidad para ligar pero ninguna para amar, todo lo contrario al protagonista.
Y no, no hay una solución. Todos somos personas y tenemos nuestros fallos, problemas y debemos encontrar la solución. Y aunque Neil, en cierta forma, llega a hacerlo, su propio pasado le perseguirá, y es que es imposible escapar de él.
Escapada a Hawai.
Hoy en día no es nada extraño que te llame a casa un teleoperador y te ofrezca algo, pero también está lo contrario con los que atienden tus llamadas. Hillary trabaja en un servicio de televenta a la que llaman muchas personas, una de ellas (según se deduce) es William Shatner al que esta reconoce y precisamente por eso la despedirán.
A todo esto se junta problemas con su familia, en concreto con su madre, la relación amor/odio que mantiene con su hermana pequeña (que parece, al menos, ser más feliz), e incluso problemas con su compañero de piso o más exactamente con la novia de este. Todo llega a un momento en que no aguanta más y busca una vía de escape, que no es otra que llamar a la cabina telefónica que hay enfrente de su ventana para burlarse (o asustar) a los que por allí pasan.
Pero Hillary no busca mejorar, o que la situación cambie, su único interés es pasar sin que la molesten, pero como bien sabemos todos... eso no es posible.
Amenaza de bomba.
Si en las anteriores era solo un protagonista aquí son dos, un par de adolescentes que están empezando a ser las personas que podrán llegar a ser de adultos. Solo que todavía les queda un largo camino por recorrer, y cuando tenemos esa edad el qué dirán y las opiniones de los demás pesan mucho sobre nosotros, llegando al punto de hacer que decidamos según ellas.
El amor, la amistad, el sexo y el alcohol. Cuatro puntos que van apareciendo hacia nosotros, para unos otros y para otros después, quizá siendo vividos con demasiada pasión a causa del desconocimiento que todavía tenemos de ellos, y con una gran dosis de curiosidad y de querer sentir que ya somos mayores en lugar de disfrutar los últimos momentos que nos quedan de infancia.
¿Podrías perder a un amigo por una chica? ¿Por temor a que resulte ser distinto a los demás? ¿O serás únicamente tú?
Un dibujo adecuado, para un guión adecuado.
Un detallado dibujo, que en ocasiones me ha recordado a Daniel Clowes, es el más adecuado para contarnos estas terribles historias de soledad y de realidad, en un mundo en el que todo existe: los fondos, calle, viandantes y árboles, todo está completo y nos ayuda a creernos lo que se está contando. No hay que olvidar que para que una obre funcione deben ir de la mano el guión y la ilustración, y en el momento que uno falla el otro quedará incompleto, que por suerte no es lo que pasa aquí.
“Rubia de verano” no tiene final feliz, de hecho no tiene final alguno. Es una lectura recomendada y que sin duda hará reflexionar a todo aquel que quiera ir más allá que una lectura sencilla.