Revista Cine

Rubicon

Publicado el 27 diciembre 2012 por Nacho_c

Los pies empapados en unas botas de dudosa calidad. Un abrigo que pesa más de lo que calienta. Los ojos doloridos del frío invernal en una ciudad donde se alcanzan con facilidad los -15ºC. Las manos doloridas con la piel roja y tirante como el pergamino a punto de resquebrajarse. La información que está por llegar hace que merezca la pena jugarse la vida esperando en un rincón oscuro del barrio de Treptow. Berlín 1978. El nombre oficial es “Antifaschistischer Schutzwall” o Muro de Protección Antifascista. Más de 700 personas dejaron su vida en el intento de huída hacia el mundo “fascista” de la RFA.

Este es el trabajo de muchas personas hasta el 9 de Noviembre de 1989. Todavía recuerdo aquel día. Escuchaba la radio, un día después de mi cumpleaños mientras la noticia no dejaba de repetirse. Yo me decía a mí mismo: no te olvides de este día, es importante, no está en el libro de historia, lo estás viviendo ahora.

El mundo cambió, es cierto, pero aquellos hombres poco cambiaron su estilo de vida. El de personas solitarias, en peligro, siempre alerta, jugando a un juego en el que no hay buenos ni malos, sólo hay intereses. Y esos intereses pueden ser cobijar a un sanguinario asesino o matar a sangre fría a una persona. “El bien mayor”, “el mal menor”.

Los espías se mueven en una tablón engrasado en mitad del oleaje. Intentan quedar en pie pero no es nada fácil. Cualquier lectura medianamente seria es absolutamente apasionante, absorvente, escalofriante. Frederick Forsyth es un buen comienzo, desde la ficción se aproxima muy bien a este mundo tan complejo, pero realmente buenos son Gordon Thomas, periodista, y  Tim Weiner, premio pulitzer.

Ya no hay Muro de Berlín pero sí hay mucho exagente del KGB, sicario, experto en seguridad, dictaduras fuera de control, terroristas separatistas, chechenos, islamistas, guerrilleros, asesinos en masa, sectas destructivas, cárteles de la droga, mafias del este, mafias chinas, excombatientes yugoslavos, traficantes de armas, señores de la guerra, iluminados, déspotas y gente peligrosa por el mundo. Y hay que controlarlos. Y esto sólo se consigue mediante el ingenio y la violencia. El mundo es así, olvidémonos del civilizado Occidente donde todos tenemos un cuasi juicio justo porque el 90% del mundo no se rige por estas leyes. Acéptalo, abre los ojos y no te indignes porque para poder vivir como vivimos muchos se han dejado la vida en el barro.

“Rubicon” es una serie de una sola temporada de la AMC, no tuvo el éxito esperado. Se centra en el trabajo de un grupo de analistas de una agencia de inteligencia en Nueva York. Es el trabajo de oficina de los espías. Reciben datos, fotos, informes, susurros, billetes de avión, lo juntan y sacan conclusiones. Es la parte gris del mundo del espionaje. Pero es muy entretenida. Desde el primer capítulo te mantiene atento a todos los detalles, a todas las conversaciones, a todas las posibilidades.

No os voy a engañar. Es una serie para gente que le guste este tema. Para los que aprecian también el ritmo lento sin tiroteos y gente saltando entre trenes. Recuerdo especialmente la secuencia en la que uno de los actores protagonistas busca micrófonos en mitad de la noche en su apartamento. Lento, meticuloso, calmado, escanea cada rincón del inmueble. Finalmente lo encuentra en la lámpara junto a su cama. En la misma cama en la que hace unos minutos leía dándole vueltas a su cabeza si su hogar sería realmente seguro para él y para su chico, que dormía plácidamente a su lado. ¿Cómo acaba esta secuencia? Guarda el escáner, vuelve a la cama, acaricia el pelo de su compañero, apaga la luz y se duerme sabiendo que alguien está escuchando. Y lo más increíble es que no es ficción, es un trabajo.

Rubicon livingroom


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