Joaquín tiene 12 años y es un niño afortunado. Sus padres dedican todo su tiempo a cuidarle y su hermana pequeña le adora. Le gusta escuchar El Arrebato y Mago de Oz y su gran pasión es el fútbol. Le encanta la Semana Santa, y pertenece a la Hermandad de las Palmas, de Ciudad Real. Le vuelve loco montar en atracciones y columpios. Cada mañana le llevan al colegio, de 9 a 3. Es cariñoso y perseverante, mucho más que cualquier niño de su edad. Lo ha tenido que ser a la fuerza, porque una parálisis cerebral limita su capacidad psicomotriz. Escucha, entiende perfectamente, tiene la inteligencia que le corresponde por edad. Pero no puede hablar ni tampoco mover gran parte de su cuerpo. Tiene reconocida una discapacidad de un 86 por ciento. Su rostro confirma que es feliz.

MUDANZA. No solo el dinero ha terminado por llevar a esta familia a un pequeño pueblo que en los últimos años casi ha triplicado su población. «En Ciudad Real no teníamos ayuda de ningún tipo», narra Joaquín, en referencia a vecinos y administraciones públicas. Un año después, en el que se han ido integrando poco a poco en Poblete, Joaquín aún no se cree que haya sido tan bienvenido. «Esto es otro mundo», parece decir. Ha encontrado apoyos desde el Ayuntamiento (con la organización de eventos solidarios para los niños discapacitados del municipio, la promesa de instalar en el parque un columpio adaptado y la adjudicación de una plaza concertada de guardería para la niña), entre los vecinos y hasta entre los feriantes, que lograron que el pequeño Joaquín montara por primera vez en una atracción.Aparte de la pensión del padre, reciben una ayuda de unos 500 euros cada seis meses. Sumada a otras subvenciones menores, la media sale a unos 1.100 euros al mes. Pero a los gastos de cualquier familia de cuatro miembros, hay que sumar los aparatos ortopédicos y su mantenimiento. Joaquín tiene una cama especial, con barrotes para no caerse, una cuna gigante para contener a Joaquín, que con solo 20 kilos de peso es todo nervio. Utiliza una silla para bañarse y necesita una tapicería especial. Usa un caminador, con el que se las arregla hasta para jugar al fútbol. Se desplaza en silla de ruedas (cada repuesto, 75 euros). La que tiene ahora mismo la compraron hace cuatro años y lleva mil remaches. Tiene alguna más, prestada, pero el mal estado de la principal les ha llevado a echar mano de los tapones solidarios, que en los últimos tiempos se han hecho populares para ayudar a muchas familias en dificultades.Conocieron esta posibilidad por boca del padre de Paula, una niña discapacitada por negligencia médica, que también reside en Poblete. En la escuela infantil Dulcinea, de la localidad, llevan desde mediados de octubre recogiendo bolsas y bolsas de tapones que la gente lleva desinteresadamente, y el recargo de la lotería de Navidad que venden será para ellos.Cada mañana, deja a su hija en la guardería y se lleva unas bolsas de tapones utilizando el mismo carro. Está pensando cómo los gestionará, si recurrirá a la Fundación Seur, donde tras presentar un informe económico le entregarían directamente la nueva silla en un plazo de unos nueve meses, o si venderlos directamente a un precio de unos 100 euros por tonelada. Calcula que costará 3.000 euros.
EL FUTURO. Dejando de lado las dificultades económicas, sus perspectivas son halagüeñas. El tratamiento que recibe en el colegio, con fisioterapeutas, logopedas y todo tipo de profesionales, es vital para él. Allí está probando un dispositivo, el unicornio, que le permite comunicarse. Se trata de un ‘cuerno’ que se fija en su frente y con el que pulsa las letras en una pantalla. Así puede decir si tiene hambre o sed y cómo se siente, puesto que no controla el movimiento de sus manos pero sí el de su cabeza.Sus progresos motrices no dejan de sucederse, aunque muy poco a poco. «Los médicos dicen que algún día podría andar», afirma Joaquín, lleno de ilusión, aunque sabe por experiencia que el camino está lleno de obstáculos. Por el momento, la silla que conseguiría con toneladas de tapones le allanaría el camino hacia una mayor independencia. Junto a él, sus padres y su hermana, están dispuesto a empujarla hasta donde haga falta.
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