¿Quieres que conozcan lo que piensas? Contagiar el virus de la sabandija, lastrar el vuelo de las ideas con piedras de bajeza y arañar la superficie pulida de la cultura con tus uñas podridas. ¿Lo quieres?
Hazle un retrato al horror que eres, enmárcalo en plata vieja y exponlo en un vertedero. La imagen del recadero no habrá encontrado un lugar más ajustado al recado.
Fotocopia tus miserias, centuplícalas, comprueba que mantienen su peor calidad. Si te gustas en ellas, añádeles tu hiel y lánzalas al aire. Por supuesto, lo viciarás. De no ser así, arrúgalas en pelotas infectas y arrójalas a una papelera.
Graba palabras inmundas recitando lo más zafio y reprodúcelas en un bucle eterno que se derrame por las cloacas y acabe desaguando en una charca ponzoñosa.
Estampa mil carteles con tu mensaje torpe y vil, desperdicio de tinta que tatúe el muro y lo traspase.
Redacta tu despreciable visión de las cosas. Versiónala en infamias y publícala con tufos de verdad.
Será tu verdad. No dudes que tendrás a quienes la crean.