Ruina garantizada

Como dicen en mi pueblo “lo mismo me da, que me da lo mismo”. Sea Mariano Rajoy, sea Pedro Sánchez, los españoles tenemos garantizada nuestra ruina para los próximos años.

Si acaso el actual presidente en funciones consiguiera los apoyos para su investidura -teniendo “la agenda muy libre” es poco probable-, los españoles ya sabemos cuál es su política económica y a quién beneficiará. En los últimos cuatro años, el crecimiento económico de España ha venido acompañado de aumento de la pobreza, de la desigualdad social, del desempleo y de un empobrecimiento de las clases medias, logrado todo ello mediante abusos de poder de las instituciones políticas, de las entidades financieras y de las empresas en general. Si en unos años, la consecuencia ha sido un malestar social de tal magnitud que 5 millones de españoles han depositado su confianza en un partido radical como Podemos, difícil resulta imaginar hasta dónde puede llegar la convulsión de la sociedad española en el hipotético caso de que Mariano Rajoy continúe en La Moncloa.

Lo conveniente, por tanto, sería apostar por un relevo, ¿verdad? Pues no. El gran enigma de los españoles hoy en día es no saber si es peor Rajoy o Sánchez. El candidato del PSOE a presidente, que amenaza con hacer bueno a Zapatero, puede empeorar aún más al tener que radicalizar su política para ‘contentar-confrontar’ a su ‘socio-rival’ Podemos. El balance de la gestión económica de ZP y la realidad de la economía andaluza tras 30 años de gobierno socialista sirven para ahorrar muchas explicaciones sobre lo que supone el PSOE para los españoles: reparto de pobreza que se vería incrementada al introducir planteamientos ‘chavistas’ como los de Podemos.

Ante esta disyuntiva entre lo malo y lo peor, sólo queda la apuesta personal en favor de una alternativa moderada que concibe la economía y la política como instrumentos al servicio del bienestar de los individuos. Frente al capitalismo salvaje que enriquece a una élite y al socialismo que empobrece a toda la sociedad, UPyD apuesta por una economía de mercado en la que el Estado garantiza la libre competencia y corrige los desequilibrios evitando los abusos de poder. Sólo desde esta posición moderada se podrá liderar un proceso que a corto plazo tendrá que ser clave para estabilizar nuestra actividad socioeconómica: el de la introducción de la responsabilidad social corporativa en las empresas. España estará libre de disyuntivas inestables como la actual cuando los empresarios se convenzan de que la estabilidad social es una inversión.