Crónicas de Vestuario. -
"Ruleta Rusa"
Tras el partido del 24 de marzo de 2018 ante el Córdoba comenzó a acuñarse el término "finales". Quedaban diez "finales", se decía, y cuando se entra en esta clase de terminologías poco bueno se saca. El balance, a falta de tres "finales", es el de tres victorias y cuatro derrotas. Dentro de estas terminologías, ya se ha adaptado el concepto "objetivo", eufemismo que enmascara el verbo "ascender". También se echa uno a temblar cuando se imponen este tipo de conceptos. Palabras y eufemismos al margen, el Real Oviedo llega con algunas posibilidades de entrar en las eliminatorias por el ascenso, a pesar de que en los últimos cuatro choques sólo haya logrado una victoria y tres derrotas, además ante tres rivales directos como Numancia, Valladolid y Osasuna.No comenzó mal el Real Oviedo en un campo maldito como El Sadar, donde no ha vencido nunca, y una ciudad poco propicia como Pamplona, en la que su último triunfo data de la temporada 1962-63, nada menos. En la primera parte, el conjunto de Juan Antonio Anquela supo frenar a los rojillos en el medio del campo con un trivote que funcionó bien y encontró el camino del gol por el centro, en un gran avance de Diegui Johannesson que supo filtrar el balón entre los dos desastrosos centrales navarros (el atolondrado Aridane y el brusco Miguel Flaño) para que Linares -en estado de gracia- marcase.
Paradójicamente, todo se vino al traste en el segundo acto. El equipo se echó atrás y los centrocampistas desaparecieron. No hubo el necesario control del partido, básico cuando estás ganando, y las deficiencias de unos centrocampistas de choque (el disminuido Ramón Folch, muy venido a menos tras jornadas fulgurantes, y un fundido Rocha) además del poco habitual Hidi, que se vino abajo físicamente en la reanudación, hicieron el resto para que el empuje de Osasuna obtuviese sus frutos. La entrada del talentoso trotamundos Fran Mérida hizo el resto. Se veía venir el peligro en las desaforadas ofensivas navarras, a la desesperada, que no encontraban respuesta alguna ni en el campo ni en el banquillo, con un sobrepasado Juan Antonio Anquela, incapaz de reaccionar con algún cambio. Malas y tardías fueron las sustituciones que lastraron el desenlace del partido.
Queda, pues, tras tan dolorosa derrota, asirse a la desesperada. A una esperanza exprés que pasa por quemar cada una de las etapas con nombre de final como si fuera una ruleta rusa. Uno se para a pensar en aquel film duro y sensacional de Michael Cimino: "El Cazador". A esa sensación de enfrentarse a la pistola en la sien. A saber que si suena la detonación, estaremos muertos, otra temporada más. Pensemos en sobrevivir a los tres disparos mientras suena esa vieja canción de los Lords Of The New Church "Russian roulette". No queda otra.
MANOLO D. ABAD
Foto: J.L.G. FIERROS