Revista Política
Rumbo a Downing street. Segundo debate electoral.
Publicado el 26 abril 2010 por Englishman @englandcourant
El segundo debate electoral en Reino Unido celebrado en Bristol ha afianzado el cambio en el mapa electoral que se había producido en el primero. Lo que había empezado siendo una confrontación clásica entre los dos partidos tradicionales ha mutado en una confrontación entre los dos candidatos jóvenes que representan el cambio y ha dejado a Brown como un convidado de piedra, lo que no tiene por qué ser malo.Los sondeos respecto al ganador de este segundo debate no son tan claros como lo fueron en el primero. Haciendo un ajuste entre los sondeos de los principales diarios llegamos a la conclusión de que ha habido un empate entre Clegg y Cameron, estando Brown un poco por detrás. Pero si uno va a las encuestas de las redes sociales ve como claro ganador a Clegg, debido al gran atractivo que el candidato lib-dem tiene sobre el electorado joven. Sin ir más lejos, la encuesta que ha realizado el grupo de facebook UK democracy, muestra a Clegg como ganador con un arrollador 60% de los votos sobre una muestra de más de doscientos mil votos.Y es que Clegg se ha convertido en el eje sobre el que gira la campaña británica tras el primer debate. Los tories que se veían vencedores han topado con un candidato que encarna todo lo que el equipo de campaña torie se ha empeñado que fuese Cameron. Se ha ido por el sumidero de los tories la campaña del cambio basada en fáciles ataques a un gobierno viejo y cansado. Ya que con el ascenso de Clegg, ese es el nuevo enemigo a batir por los tories.Clegg ha estado muy bien. Ha sido contundente, no ha negado sus acciones pasadas y ha defendido su trayectoria profesional con honor y sin arrepentirse de nada. Ha defendido a la Unión Europea y ha defendido el papel de las fuerzas armadas británicas en Afganistán. Ha estado brillante y seguro. Su estrategia era sencilla: Reino Unido debe estar en Europa para liderarla y, si fuese menester, manejar los cambios comunitarios para beneficiar a Reino Unido. Es el discurso sobre la Europa Comunitaria que cualquier ciudadano continental quisiera escuchar, ahora hay que ver si los británicos lo aceptan o siguen considerando una blasfemia todo lo que suene a Bruselas. En torno a Afganistán ha estado muy audaz ya que ha introducido tres elementos estrella de su programa en ese punto del debate. Primero, ellos nunca apoyaron la invasión de Iraq. Segundo, los lib-dem están en contra de gastar 90.000 millones en renovar el programa nuclear trident. Tercero: con el dinero que UK se ahorra de la renovación del trident, armar y equipar mejor sus tropas en Afganistán. En este sentido ha recibido la pasada semana el apoyo de varios generales en la reserva que, en una carta abierta en la prensa, han defendido que el programa nuclear respondía a necesidades de la guerra fría y que estaría mejor invertirlos en otros aspectos más necesarios de la defensa nacional.Por su parte, Cameron ha sido muy igual a Clegg, su estilo, la forma en mirar a cámara y de interpelar a sus interlocutores ha sido demasiado parecida a la que el liberal acuñó con tan buenos resultados en el primer debate. Los Tories intentan así minimizar el daño que Clegg hizo a su candidato utilizando sus misma armas. Buscaban situarlo a la altura del jovial liberal y poner en el asilo al abuelo Gordon Brown. Pero a mi parecer, pese a lo que digan las encuestas, no ha resultado demasiado convincente. Ha sido una copia muy burda del candidato liberal y, unido al furibundo ataque de la prensa conservadora a Clegg, da muestras de una cierta desesperación en las filas tories. Cameron ha utilizado en varias ocasiones la memoria de su difulto hijo para hacer referencia a su política social y ha sido en la última parte del debate en exceso panfletario. Ha obviado las preguntas de inmigración para utilizarlas como eslogan electoral frente a sus rivales que si intentaban responder a las preguntas. Por otra parte, coincidiendo con el Primer Ministro, Cameron apoya la renovación del programa nuclear trident como un elemento disuasorio frente a potencias que recientemente han iniciado programas de armamento nuclear como Irán o Corea del Norte. El Primer Ministro ha mejorado sustancialmente la calidad de su oratoria y, jugando de nuevo al juego de las bajas expectativas, ha obtenido un muy digno resultado. Si bien según los sondeos ha sido el candidato peor valorado del debate, ha defendido con mejores y más sólidos argumentos su postura que en el primer debate. Le ha beneficiado -y mucho- que Clegg y Cameron pensaran que el debate iba solo con ellos, ya que en medio se ha colado Brown para soltar en no pocas ocasiones las opiniones y los juicios más cabales. Un poco esclavo de la política que su partido ha realizado durante estos trece años, ha sabido defenderla bien, no tanto por sus dotes de oratoria, sino porque los dos jóvenes estaban tan ocupados en eclipsar al otro que prestaron muy poca atención a criticar las políticas laboristas de estos trece años. Ha sido el candidato que sabe cómo funciona el gobierno y ante propuestas y planes -en ocasiones absurdos- ha puesto la nota cabal apuntando cómo funciona el sistema. Ha corregido en no pocas ocasiones a Clegg cuando planteaba crear unas instituciones que ya existían, un hecho que no hubiéramos pasado por alto sino estuviéramos ante la obama manía que comienza a envolver al candidato liberal. Brown ha dejado en el tema de la Europa comunitaria -al que dedicaré un apartado aparte- a Cameron como un político que ha quemado sus naves al aliarse en Bruselas con partidos de tarados antisemitas, obviando inteligentemente el trabajo que Clegg realizó como eurodiputado en Bruselas. En el tema sobre la política medioambiental hubo más acuerdo entre los candidatos. Los tres apostaron por el transporte público y añadieron dosis de su propia cosecha. Gordon Brown habló de energías renovables, Cameron de aprovechar mejor la electricidad para reducir el consumo y Clegg aboga por una ecotasa al transporte aéreo. Pero fue Gordon Brown el candidato audaz en este tema al poner encima de la mesa la energía nuclear para paliar los males del calentamiento global. Brown aboga porque la mitad de le energía consumida en Reino Unido provenga de centrales nucleares. Es más, Brown asestó a la izquierda más antinuclear un duro golpe al asimilar a los conservadores a esta política. Clegg y Cameron rehuyeron el debate nuclear pero con matices. Cameron apoyó la energía nuclear de pasada para centrarse en el programa de ayudas a la sostenibilidad de hogares y negocios, argumento al que también se acogió Clegg aduciendo que la energía nuclear es muy cara y poner en marcha un programa nuclear solvente tardaría al menos una década. Argumento que el Primer Ministro derrumbó citando que estos programas ya se está llevando a cabo por el actual gabinete. En este sentido creo haber visto a Brown como el candidato con planes más sólidos y con mejores argumentos. Apartado importante merece la Europa comunitaria. Fue el bloque que más minutos consumió del debate y es debido que no solo toca a las directivas comunitarias, sino que enmarca un debate identitario en el Reino Unido. Había tres posturas muy diferenciadas que iban del europeísmo de Clegg al euro-escepticismo de Cameron, pasando por el punto medio de Brown. El debate comenzó dejando las cosas claras. Los tres candidatos están de acuerdo en continuar siendo miembro de la Unión, es el cómo el que separa las tres posturas. David Cameron aboga por someter a referéndum cualquier cesión de soberanía que se haga a Bruselas y abogó por recuperar algunas de las cedidas. Fue acusado de ser un peligro para el UK ante Bruselas, a lo que respondió que él era aliado del partido del difunto presidente polaco. Partido que por respeto al difunto nadie apuntó que abogaba por la pena de muerte y la penalización de la homosexualidad. Era el candidato con la opinión más populista, pero menos realista ya que, desde las elecciones al parlamento europeo, se ha separado del partido popular europeo para aliarse con partidos minoritarios, pro fascistas, xenófobos y racistas en muchos casos. Todo para poder pescar en el gran caladero euro escéptico de Reino Unido, pero que hará la tarea de relación con la UE muy difícil en caso de ganar las elecciones. Todo esto fue lo que le echó en cara el Primer Ministro para desautorizar a Cameron como el líder de un país socio de la UE. Clegg tenía una postura sin duda menos popular para el electorado británico. Defendía que Reino Unido debe estar más en Europa para liderarla y ser la protagonista de sus cambios, mensaje que el líder laborista obvio para presentar su postura: en punto medio entre europeísmo y euro escepticismo. Presentó su labor en la negociación de los asuntos que más beneficiaban a Inglaterra y no olvidó remarcar los asuntos en los que mantuvo a Reino Unido fuera por el bien de su país. Era sin duda la postura más fácil de defender sin caer en el populismo, la de mantener a Reino Unido en UE porque de ello dependían tres millones de puestos directos de trabajo. Defendió la participación de Reino Unido en la colaboración europea en materia penal como logro personal de la colaboración comunitaria y defendió mantener a la libra esterlina fuera del ecofin para mantener sana la economía británica y las señas de identidad a salvo a ese lado del canal. Fue muy hábil tomando lo que más beneficiaba a su discurso, algo que los otros candidatos pasaron por alto para intentar anularse el uno al otro. Brown también criticó la falta de realismo de Clegg mostrando que sus posturas anti americanas eran peligrosas si dirigía el Foreign Office. Por lo tanto Brown se mostró como el justo medio entre el peligro que Cameron suponía para las relaciones con Europa y el peligro que Clegg suponía para las relaciones trasatlánticas. En definitiva creo que Brown ha realizado un papel más que digno, creo que en ocasiones ha sido mejor que sus contrincantes, pero que le lastra el peso de trece años de gobierno. Como espectadores no estamos valorando a Brown con la misma vara de medir que a Clegg y a Cameron. Estamos comparando a dos candidatos con trece años de gobierno laborista, de cuyos errores no podemos culpar en exclusiva a Brown. Pero si juzgamos a Brown como mero candidato laborista veríamos que ha realizado un papel tan digno como el de sus competidores, pese a lo que indiquen las encuestas.