Este hecho produjo que los equipos sudaméricanos no estuvieran dentro de las 69 selecciones que solicitaron participar. Sólo Brasil, que aspiraba a organizarlo en 1942, tomó parte en este torneo.Además se produjo el debut de cuatro nuevas selecciones en la fase final: Cuba y las Indias Neerlandesas (hoy conocidas como Indonesia), Noruega y Polonia.Después de todo esto fueron 16 las selecciones que participaron en esta edición, entre las que no se encontraba España, en plena Guerra Civil.
Por segunda y última vez en toda la historia de las Copas del Mundo, no hubo liguillas en la fase final y el torneo comenzó directamente en los octavos de final.De esta ronda quiero destacar dos partidos, bueno, uno y 1/2. Primero la sorprendente victoria (con partido de desempate) de Cuba sobre la buena selección de Rumanía y la clasificación directa de Suecia después de acabar cruzada con Austria, que fue eliminada por ser 'conquistada' por Alemania.De hecho, estas dos selecciones se vieron las caras en cuartos e imperó la lógica: 8-0 para los suecos.
Cabe destacar que a partir de los cuartos de final, se enfrentaron las mejores selecciones que podía haber en ese momento: Francia-Italia, Brasil-Checoslovaquia, Hungría-Suiza y el ya comentado cruce de Suecia. Quitando a los helvético, le crême de le crême del fútbol Mundial (quizás se echó en falta a Uruguay, Argentina o incluso a España) se midió en esos calurosos días de junioBajo mi humilde opinión, poco espacio hubo ya para la sorpresa desde esta ronda: los equipos con mejores selecciones jugaron mejor y se impusieron a sus rivales, eso sí, de manera ajustada.
A la final llegaron Italia y Hungría. Los primeros como campeones de la edición anterior, con un equipo reforzado con nuevos 'oriundos' y con una misión clara de 'il Duce' Mussolini: 'vencer o morir' (¿literalmente?). Los segundos, muy alejados de lo que son hoy en día, dueños de una escuela de fútbol ofensivo y de gran despliegue físico que alcanzaría su punto álgido unos mundiales más tarde.
Al final, la final se la llevaron los italianos, convirtiéndose en los primeros bicampeones y de manera consecutiva en la historia del torneo, título además, que conservarían hasta 1950, ya que debido a la Segunda Guerra Mundial no se disputaron más torneos hasta entonces.
En cuanto a nombres propios, el máximo goleador del certamen fue el brasileño Leónidas con ocho tantos en tres partidos. Dueño de una imaginación y agilidad inusual para ejecutar regates o remates a gol, podría decirse que también fue el mejor jugador, pero hubiera sido injusto para con Meazza (una vez más), Piola, ambos de Italia y el húngaro Zsengeller, un genial artiellero (6 goles en cuatro partidos) al que se le mojó la pólvora justo en la final.