En el dossier de prensa de «Runners», su primera obra como autora, la actriz Karina Garantivá confesaba: «No me sentía feliz cuando la escribí, sino todo lo contrario. El mundo de la cultura al que había decidido dedicarme dieciséis años atrás empezaba a parecerme un lugar demasiado hostil como para pasar en él el resto de mi vida. Y es que, dada mi condición de joven actriz extranjera en un momento dado de mi carrera sufrí una inopinada campaña de rechazo y exclusión por parte de algunos compañeros de profesión, pregoneros, eso sí, de los principios de igualdad y solidaridad».
Esta confesión me llamó la atención, y le pregunté por ella en la conversación que tuvimos. Se lamentó -sin aparente rencor- del rechazo sufrido por su condición de joven, de extranjera, por «tocar muchos palos» y por ser la pareja de Ernesto Caballero, actual director del Centro Dramático Nacional. Y se dolió también del trato recibido en las redes sociales:
«El nuevo bullying -me dijo, y en esto estoy totalmente de acuerdo con ella- es el linchamiento a través de las redes. No hay límites ni freno».Habrá gente a la que Karina Garantivá le guste como actriz, y gente a la que no. gente a la que le caiga bien y gente a la que le caiga mal. Como todo el mundo Nada que objetar. Y cada cual es muy libre de expresarlo, siempre que no se pierda la educación y el respeto. Pero me temo que esa amargura que destilan sus palabras -y que tiene también «Runners»- tiene su razón de ser y que esa línea roja se haya cruzado más de una vez, con crueldad incluso, y especialmente, supongo, por su gran «pecado»: su relación con el director del CDN.
Nuestro país disfruta con el tiro al blanco. Mucho. Y lo hace también, por tanto, nuestro teatro. Es un mundo maravilloso, con gente maravillosa en él, pero en el que -así lo veo yo- existen distintos clanes o tribus, que juzgan con frecuencia los méritos de los demás fijándose más en los gustos y las simpatías personales -cuando no la afinidad estética o ideológica- que en las calidades intrínsecas de cada propuesta.
Las gentes del teatro son, en general, abiertas y generosas, pero también las hay lenguaraces e inclementes con personas o propuestas que no son «de su cuerda». Las palabras de Karina Garantivá ponen el dedo en la llaga de una actitud peyorativa que no es la tónica general, pero que tampoco es aislada y puntual.
La crisis y el «sálvese quien pueda», con algunas gotas de envidia y de soberbia -«yo merezco estar ahí más que tú»-, y magnificadas en el inmisericorde altavoz de las redes sociales, explican estas actitudes que la actriz colombiana denuncia haber sufrido y que, insisto, no son mayoritarias, pero tampoco tan insólitas.
El caso de Juan Carlos Pérez de la Fuente es también significativo. Mientras fue director del Teatro Español, sus amigos salían hasta debajo de las piedras; el día que se le destituyó, fueron muchas las voces que renegaron de él. Incluso hubo quien presentó sus excusas por haber sido incluido en la programación «fantasma» que presentó, no fueran a pensar mal de él (hubo más: quien le pidió a un periodista amigo que retirase su nombre de la información que había hecho con dicha programación).
Un director me confesaba que decir que Esperanza Aguirre le había caído bien tras hablar con ella le había causado rechazo entre algunos de sus amigos de la profesión. Otro actor me dijo haber recibido idéntica reacción por decir lo mismo de Jaime de los Santos, director general de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid. Son, os lo aseguro, dos significativos ejemplos de una actitud que yo encuentro inexplicable y difícil de creer, pero que existe.
En cuanto a «Runners», la función que Karina Garantivá escribió a raíz de esta situación (y que le supuso un alivio), se trata de una comedia atractiva, pegada a la tierra (al asfalto), que plantea una parábola con sencillez y ciertas dosis de pesadumbre, dirigida por Ernesto Caballer e interpretada con corrección (aunque con alguna tendencia a la caricatura) por Janfri Topera, Silvia Espigado, Daniel Moreno, Mara López y la propia Karina Garantivá.