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Rush: épica sobre ruedas

Publicado el 30 noviembre 2015 por La Cara De Milos La Cara De Milos @LacaradeMilos
Rush: épica sobre ruedas

Llevaba mucho tiempo postergando ver Rush de Ron Howard, pese a las recomendaciones enfervorecidas de muchos conocidos que comparten mi pasión por el séptimo arte. ¿La razón? Simple: no me gusta la Fórmula 1, ni el automovilismo en general. No es que me produzca náuseas pero como deporte no me toca. Y claro, la película se enmarca en ese contexto, en concreto en la rivalidad entre dos pilotos, Niki Lauda y James Hunt, y todo lo que la rodeó. Después de ver la cinta, obviamente, no me voy a ir a Cheste en el próximo premio, pero sí puedo afirmar con rotundidad que se trata de una de las mejores películas sobre deportes que se han hecho jamás, podio que comparte con Warrior, otra obra de arte de los últimos años. Un biopic de aúpa, vaya.

Rush: épica sobre ruedas

Uno de los aspectos que más llama la atención de Rush es que entra por los ojos y por los oídos. Posee una fotografía arrebatadora, cargada de una fuerza que estimula sobremanera tus sentidos y tus sentimientos. Del mismo modo lo hace su banda sonora, con un tema principal que actúa como un enganche simbiótico a tu atención a lo que ocurre en la pantalla. Rush, además, es alumna avezada en adherir a su narrativa un tono épico y trascendental. En serio, habrá ocasiones en las que creerás que estás viendo Gladiator de Ridley Scott, Napoleón de Abel Gance o cualquiera de las entregas de El señor de los anillos. No es una exageración, y si no probad y luego me contáis. El poder audiovisual te atrapa desde el primer fotograma, desde los primeros sonidos, desde las primeras voces... y a medida que se despliega la historia -con un guion que, si bien no es excelso es notable- el hechizo avanza y avanza, te hunde y te hunde, aunque jamás hayas estado sentado frente al televisor para ver una carrera de monoplazas.

Rush: épica sobre ruedas
Rush: épica sobre ruedas

Rush trasciende el mero deporte para narrar una historia de desafíos, de superación, de enfoques vitales distintos pero complementarios, de amistad, de honestidad y de actitud. El drama más sobrecogedor convive con la acción y con la técnica. Una técnica que, como ya se ha dicho, es brutal; amen del poderío audiovisual en forma de música y fotografía hay que añadir un montaje de lujo que forma una concatenación, un combo, que te impide dejar de prestar atención. Es una historia que, aunque manida, vive de ti, por que se alimenta, como tú mismo, de tus emociones.

Rush: épica sobre ruedas
Rush: épica sobre ruedas

En el éxito de Rush, hay que destacar, también, la labor histriónica, inmensa, de Daniel Brühl y Chris Hemsworth, quienes encarnan a Lauda y Hunt respectivamente. Especialmente artesana es la actuación del hispanoalemán, que junto a su interpretación de Salvador Puigh Antich, firma uno de sus mejores papeles. Para ello, sin duda, mucho mejor la versión original. En general, Ron Howard ha sabido dirigir muy bien a los actores y actrices, porque ninguno de ellos brilla por su ausencia. Una dirección del reparto que no hubiese podido concretarse sin un selecto trabajo en el casting.

No tengáis miedo si no os gusta la automovilismo, si no tenéis ni idea de quién es el actual campeón del mundo en Fórmula 1 o Moto GP, porque Rush, como todas las buenas historias, las buenas películas, usa ese atrezo para transmitirnos reflexiones sobre la vida, y lo hace a través de dos personajes históricos antagónicos en cuanto a su contemplación de la existencia. Pura épica, puro nervio. Sin duda, una de las mejores cintas de Ron Howard y su mejor biopic.

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