Después de tremendo fracaso con la comedia ‘El Dilema’, el director Ron Howard vuelve a la senda del triunfo con un drama que aspira a nominaciones de premios Oscars. Entiendo que lo anterior no es garantía de ser agradable a la audiencia, pero esta vez creo que los instantes de adrenalina fácilmente convencerán algunos escépticos.
Aquí tenemos el típico drama deportivo entre dos competidores que tienen su forma peculiar de vivir su pasión y que irónicamente son interpretados por dos actores con distintos rangos de talento.
Primero enfoquémonos en el rostro más conocido como dios nórdico y victima de una trágica muerte en el Enterprise: el actor Chris Hemsworth. De acuerdo a sus posibilidades interpreta a un piloto de carreras que se toma las cosas a la ligera y prefiere disfrutar cada momento al máximo; que andarse preocupando por arreglar la suspensión de su auto. Constantemente a Hunt lo vemos en fiestas, buscando nuevas amistades y llegando tarde a sus entrenamientos y lo único que lo salva del despido es su talento como piloto. Pero como el universo siempre busca el equilibrio, este nos provee de un némesis que es todo lo contrario a quien erroneamente pensamos ser el protagonista.
Niki Lauda, interpretado por Daniel Brühl, es el corazón de la película. No me extrañaría que hubiera nominaciones de mejor actor en la siguiente temporada de premios. El actor es capaz de convencernos de que existe una persona tan enfocada en su disciplina, con tal de lograr sus objetivos y sin importar los sentimientos de otros. Lo interesante de su interpretación es la ambigüedad con la que maneja su personaje: a ratos es un hombre intolerable, que sólo porque los resultados le favorecen tiene el derecho de imponer su voluntad, sin embargo tiene un lado frágil que esconde constantemente y que también lo impulsa a ser el mejor del mundo.
Es ingenuo pensar en igualdad de condiciones entre Daniel Brühl y Chris Hemsworth. Mientras que uno carga con la película mostrándonos un personaje complejo, el otro simplemente se le exige comportarse con normalidad. Esta comparación no la hago para demeritar el trabajo de Hemsworth, es sólo que palidece ante lo que ofrece Brühl. Espero que en un futuro muy cercano logre tener al mando una película que demuestre más que una carita y músculos. Por lo pronto con esta participación, da esperanzas de que existe algo más allá del universo Marvel.
Fácilmente la película hubiera sido una constante cantidad de escenas de carreras de autos a toda velocidad, a disfrute de un director del montón, como demasiados que existen y que piensan que con eso la audiencia se siente satisfecha. Es libreto de Peter Morgan, (quien recordarán por ser el guionista de la interesante película ‘Frost contra Nixon’) que marca la diferencia al no olvidarse de hacer su trabajo y teje el destino de dos hombres que aún en su intenso instinto de competición, no pueden evitar admirarse el uno y el otro. Debo de destacar el cuidado que tiene el guionista para justificar las personalidades de cada uno de los actores, además de organizar una narración coherente que no se sienta como que nos están aleccionando sobre el mundo del automovilismo. Si me piden un ejemplo de la importancia de un guionista, este sería uno de ellos.
El director Ron Howard tampoco se escapa de recibir mi admiración. El hombre logra desarrollar sus personajes con una intensidad, que hasta los diálogos en los pits son emocionantes. Lo mejor es que llega a un punto en que las secuencias con los autos de carrera resultan ser la cereza en el pastel, si de por sí estabas conmovido por los obstáculos que ambos pilotos tiene que sortear atrás de los escenarios, ahora agréguenle la adrenalina de carreras de autos a casi 300 kilómetros por hora. Todo lo anterior llevado a la realidad con el uso de efectos visuales, movimientos de cámara intensos, edición de sonido y hasta explosiones; que para variar importan porque conocemos a los pixeles que se desvanecen con la velocidad.
No se me puede olvidar la habilidad que tuvieron para recrear los años setenta, tanto del director como la preciosa fotografía de Dod Mantle que utiliza el medio ambiente (la mayoría con cielos repletos de lluvia) como su aliado para crear postales que con ver el tráiler se convencerán. Pero lo que más me gusto es que nada se siente forzado, ni los diálogos, los escenarios, los actores o la estructura en la narración que esta basada en un hecho real. Se ve el trabajo y es por eso que uno como público sale satisfecho de la sala de cine.
No dudo que será candidata para premios, lamentablemente termina siendo demasiado convencional como para sobresalir con otras historias que están proponiendo algo diferente. Por lo pronto restablece mis esperanzas en el gran Ron Howard (no más películas de comedia, ¡por favor!), fundamenta mi admiración al guionista Peter Morgan y demuestra una vez más que si sigues las fórmulas al pie de la letra, todavía puedes tener éxito.