Revista Conciertos
Sábado 19 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Jornadas de Piano "Luis G. Iberni". Camerata Ireland, Alison Balsom (trompeta), Barry Douglas (piano y dirección). Obras de Stravinski, Prokófiev, Shostakovich, Tchaikovsky y tradicionales irlandesas.
Escribe Sara Oviedo en las notas al programa: "La cantera de San Petersburgo y su conservatorio da sus frutos", y en la capital asturiana llevamos una buena temporada escuchando música rusa, siempre necesaria para el oído aunque con distintas calidades y calideces.
Muchos esperabámos al pianista irlandés más en esta faceta más que en la de director, aunque nos trajese su orquesta de cuerda con un programa no muy habitual en el que no podía faltar la celebración irlandesa (San Patricio se celebró el día 17 de marzo) con unos arreglos suyos de tres temas tradicionales, y tras su paso por Bilbao recalando entre nosotros en el "Día del Padre".
Para abrir boca nada menos que el Concierto en Re para orquesta de cuerda (Stravinski) con tres movimientos algo desiguales en interpretación y sonoridad, desde el primer Vivace que me resultó poco claro, mejor el Arioso: Andantino y finalmente el Rondó: Allegro donde los músicos de cuerda ya parecieron calentar y lograr un resultado honesto para esta obra neoclásica que quiere rendir culto a Bach.
Seguiría el Andante para orquesta de cuerda, Op. 50 bis (Prokófiev), arreglo del propio autor de ese movimiento en el Cuarteto nº 1 en Si m., Op. 50. Siempre me gustan los movimientos lentos y reconozco el romanticismo de esta página llevada del cuarteto a la orquesta de cuerda que demostró los años que llevan tocando juntos, pero detecté algo desafinados a los cellos y falta de tensión para esta obra del segundo ruso de la tarde.
El público esperaba a la guapa trompetista Alison Balsom, aplaudiendo incluso "la salida de una de sus trompetas" a cargo de una asistente. Realmente es más acompañante que solista en el Concierto nº 1 para piano, trompeta y orquesta de cuerda en Do m., Op. 35 (Shostakovich) donde el peso lo llevó de principio a fin Barry Douglas situado en el medio con la orquesta a ambos lados y la trompetista detrás. Por fin disfrutamos del buen hacer del pianista irlandés tanto en sus difíciles intervenciones como en la dirección adaptada ambos solistas, lo que es posible por tratarse de una formación de cámara que como apunté antes, llevan doce años tocando juntos. Impresionante el Allegretto inicial con un ímpetu superior al de la trompetista, bien de timbre aunque algo "abierto" y mucho mejor en las intervenciones con sordina que nos dejó timbres cercanos al corno inglés, sobre todo en el Lento y el Moderato. El final resultó tal y como indice el tempo: Allegro con brio, realmente lo mejor de la velada, de un lirismo y potencia dignos de este "juguete" delicioso con el sabor y humor de Shostakovich. Lástima que no hubiese más del Douglas pianista en el programa...
La parte festiva, con los mismos protagonistas, nos la presentó bien envuelta el propio director con sus sencillos arreglos de tres temas tradicionales irlandeses donde la trompeta sustituye a la voz y el piano apenas esboza armonías académicas, música ligera que puede estar bien como fondo de un documental sobre la "hermana mayor de Asturias", y que también se ha hecho aquí a partir de temas de nuestro folklore, recomendando las tres entregas del "Asturias de mis amores" producidas por Juan Taboada donde participan no sólo artistas asturianos sino los propios Virtuosos de Moscú, del que también se incluyó alguna en la Antología publicada por LNE, seleccionada por el propio Juan, y en un nuevo intento, no sé si incluirlo en los llamados musicalmente "Nacionalismos", de llevar al campo clásico los temas del pueblo.
Supongo que ésta es la idea de Barry Douglas, seleccionando tres temas: "Carrickfergus", "My Lagan Love" y "Danny Boy", más en la onda "New Age" que en la esperada para unos conciertos del Auditorio o como esta vez Jornadas de Piano, pero que siempre son agradecidos, y donde la trompetista "cantó" las melodías sin esfuerzo. Seguramente con una Uilleann pipe (gaita irlandesa) el resultado hubiese sido aún mejor y más folclórico. Como decía al descanso un amigo mío, si la señorita fuese una instrumentista más de orquesta y no tan "bien vestida", puede que pasase casi inadvertida, pero el marketing lleva tiempo instalado en la llamada música culta.
Lo más deseable de escuchar quedaría para cerrar: el "Souvenir de Florencia" en Re m. para orquesta de cuerda, Op. 70 de Tchaikovsky, donde la camerata irlandesa tendría que emplearse a fondo. Personalmente quedó algo destemplada, con altibajos y nuevamente falta de tensión, más en una obra originalmente para sexteto (incluso tiene versión para piano a cuatro manos) pero que no tuvo la claridad de líneas melódicas que la partitura esconde. Nuevamente la interpretación fue mejorando en cada movimiento, tras un Allegro con spirito algo sombrío y un Adagio cantabile e con moto algo más intenso en su dramatismo, sonando mucho más compacta toda esa cuerda que Tchaikovsky conocía como nadie, el Allegro moderato resultó convincente (bien los solistas) y animado, para finalizar con un Allegro vivace que al menos nos dejó buen sabor de boca sin llegar a la excelencia, incluso con reminiscencias más irlandesas (rítmicamente y hasta en el roncón) que italianas, lo que por otra parte resultó de lo más lógico.
Y como parecía que no traían propina preparada, vuelta al folklore de su tierra con el director al piano detrás y el violín "sustituyendo" melódicamente a una trompetista que pasó por Oviedo sin pena ni gloria. Esta vez Javier Neira subió su crítica a LNE mucho antes que yo, pero dice el refrán que "No se puede estar en misa y repicando".
Escribe Sara Oviedo en las notas al programa: "La cantera de San Petersburgo y su conservatorio da sus frutos", y en la capital asturiana llevamos una buena temporada escuchando música rusa, siempre necesaria para el oído aunque con distintas calidades y calideces.
Muchos esperabámos al pianista irlandés más en esta faceta más que en la de director, aunque nos trajese su orquesta de cuerda con un programa no muy habitual en el que no podía faltar la celebración irlandesa (San Patricio se celebró el día 17 de marzo) con unos arreglos suyos de tres temas tradicionales, y tras su paso por Bilbao recalando entre nosotros en el "Día del Padre".
Para abrir boca nada menos que el Concierto en Re para orquesta de cuerda (Stravinski) con tres movimientos algo desiguales en interpretación y sonoridad, desde el primer Vivace que me resultó poco claro, mejor el Arioso: Andantino y finalmente el Rondó: Allegro donde los músicos de cuerda ya parecieron calentar y lograr un resultado honesto para esta obra neoclásica que quiere rendir culto a Bach.
Seguiría el Andante para orquesta de cuerda, Op. 50 bis (Prokófiev), arreglo del propio autor de ese movimiento en el Cuarteto nº 1 en Si m., Op. 50. Siempre me gustan los movimientos lentos y reconozco el romanticismo de esta página llevada del cuarteto a la orquesta de cuerda que demostró los años que llevan tocando juntos, pero detecté algo desafinados a los cellos y falta de tensión para esta obra del segundo ruso de la tarde.
El público esperaba a la guapa trompetista Alison Balsom, aplaudiendo incluso "la salida de una de sus trompetas" a cargo de una asistente. Realmente es más acompañante que solista en el Concierto nº 1 para piano, trompeta y orquesta de cuerda en Do m., Op. 35 (Shostakovich) donde el peso lo llevó de principio a fin Barry Douglas situado en el medio con la orquesta a ambos lados y la trompetista detrás. Por fin disfrutamos del buen hacer del pianista irlandés tanto en sus difíciles intervenciones como en la dirección adaptada ambos solistas, lo que es posible por tratarse de una formación de cámara que como apunté antes, llevan doce años tocando juntos. Impresionante el Allegretto inicial con un ímpetu superior al de la trompetista, bien de timbre aunque algo "abierto" y mucho mejor en las intervenciones con sordina que nos dejó timbres cercanos al corno inglés, sobre todo en el Lento y el Moderato. El final resultó tal y como indice el tempo: Allegro con brio, realmente lo mejor de la velada, de un lirismo y potencia dignos de este "juguete" delicioso con el sabor y humor de Shostakovich. Lástima que no hubiese más del Douglas pianista en el programa...
La parte festiva, con los mismos protagonistas, nos la presentó bien envuelta el propio director con sus sencillos arreglos de tres temas tradicionales irlandeses donde la trompeta sustituye a la voz y el piano apenas esboza armonías académicas, música ligera que puede estar bien como fondo de un documental sobre la "hermana mayor de Asturias", y que también se ha hecho aquí a partir de temas de nuestro folklore, recomendando las tres entregas del "Asturias de mis amores" producidas por Juan Taboada donde participan no sólo artistas asturianos sino los propios Virtuosos de Moscú, del que también se incluyó alguna en la Antología publicada por LNE, seleccionada por el propio Juan, y en un nuevo intento, no sé si incluirlo en los llamados musicalmente "Nacionalismos", de llevar al campo clásico los temas del pueblo.
Supongo que ésta es la idea de Barry Douglas, seleccionando tres temas: "Carrickfergus", "My Lagan Love" y "Danny Boy", más en la onda "New Age" que en la esperada para unos conciertos del Auditorio o como esta vez Jornadas de Piano, pero que siempre son agradecidos, y donde la trompetista "cantó" las melodías sin esfuerzo. Seguramente con una Uilleann pipe (gaita irlandesa) el resultado hubiese sido aún mejor y más folclórico. Como decía al descanso un amigo mío, si la señorita fuese una instrumentista más de orquesta y no tan "bien vestida", puede que pasase casi inadvertida, pero el marketing lleva tiempo instalado en la llamada música culta.
Lo más deseable de escuchar quedaría para cerrar: el "Souvenir de Florencia" en Re m. para orquesta de cuerda, Op. 70 de Tchaikovsky, donde la camerata irlandesa tendría que emplearse a fondo. Personalmente quedó algo destemplada, con altibajos y nuevamente falta de tensión, más en una obra originalmente para sexteto (incluso tiene versión para piano a cuatro manos) pero que no tuvo la claridad de líneas melódicas que la partitura esconde. Nuevamente la interpretación fue mejorando en cada movimiento, tras un Allegro con spirito algo sombrío y un Adagio cantabile e con moto algo más intenso en su dramatismo, sonando mucho más compacta toda esa cuerda que Tchaikovsky conocía como nadie, el Allegro moderato resultó convincente (bien los solistas) y animado, para finalizar con un Allegro vivace que al menos nos dejó buen sabor de boca sin llegar a la excelencia, incluso con reminiscencias más irlandesas (rítmicamente y hasta en el roncón) que italianas, lo que por otra parte resultó de lo más lógico.
Y como parecía que no traían propina preparada, vuelta al folklore de su tierra con el director al piano detrás y el violín "sustituyendo" melódicamente a una trompetista que pasó por Oviedo sin pena ni gloria. Esta vez Javier Neira subió su crítica a LNE mucho antes que yo, pero dice el refrán que "No se puede estar en misa y repicando".