Esmeralda García Ramírez
Según la tradición china, la historia de la seda indica que se fabricó alrededor del año 3000, a.C., aunque hay evidencias firmes de que se usaba ampliamente en el año 1300 a.C. prosigue durante tres milenios de exclusividad donde China exporta este tejido sin revelar jamás el secreto de su fabricación. Su arte se transmitió luego a otras civilizaciones gracias a mercaderes y espías de todo tipo. Al llegar a la Europa occidental, finales de la edad Media, la producción de seda alcanza la fase de industrialización a partir del siglo XIX. Posteriormente sufre una decadencia, debido al rápido desarrollo de la fabricación de este tejido en países asiáticos y por las epidemias que afectaron a los gusanos de seda en Francia. Expertos mercaderes a lomos de camellos instauraron una vía a través de Asia central y Oriente próximo con el fin de intercambiar los productos de los extremos de ambos continentes, a esta senda se le denominó “Ruta de la Seda”, la cual permitió el florecimiento del comercio, de la cultura y el descubrimiento de avances como el hierro fundido y, por supuesto, el tejido de la seda de Oriente, o el vidrio de Occidente. Esta travesía jugó un papel importante, ya que coadyuvó no solo al transporte de mercancías, sino a la transferencia de la difusión de nuevas ideas, de la cultura, del arte, de difusión de conocimientos científicos. Sin embargo, la oruga de la seda no se quedó dormida, o mejor dicho, el presidente Xi Jinping, ha impulsado la Ruta de la Seda en este siglo XXI. Su estrategia ya ha comenzado a cambiar la economía mundial para posicionar al gigante asiático como una súper potencia. La ruta ahora es más ambiciosa, tanto por tierra, por mar y aire. En un mundo globalizado se supone que no debe haber fronteras, excepto para el imperio. Su sendero rebasa las fronteras: de Asia a Europa, África y América Latina, a todos los continentes, cuyo propósito pretende transformar a su paso el pensamiento, la cultura, la hegemonía del imperio norteamericano, la integración de las economías emergentes y la posibilidad cierta del desarrollo de los pueblos que han sido objetos para el desarrollo de los países industrializados, a cambio de préstamos financieros que los empobrecen, mediante el saqueo y control de sus recursos.
El presidente chino, Xi Jimping, ha emprendido un proyecto global de derroteros sin parangón que no solo repotenciará esta ruta que dejó una huella en el pasado en materia económica y cultural, dando los primeros pasos certeros hacia la globalización de la economía, sino que la apuntala como el mayor desafío mundial, la Revolución de la Oruga del siglo XXI, o la Revolución de la Ruta de la Seda del siglo XXI, que no es más que una red gigantesca de rutas marítimas y terrestres. A este sendero se han sumado un centenar de países. La Ruta de la Seda es la oruga que aleteó al imperio y lo descontroló; lo agitó, lo volvió loco; lo punzó y su aguijón llegó para quedarse para exterminar al sistema capitalista que tanto daños a causado a la humanidad, para controlar la furia y la locura del presidente ilegítimo Donald Trump que pretende adueñarse del mundo imponiendo sanciones a países cuyo sistema no le agrade, o cuyos recursos saquea porque no se arrastran. La revolución de la Oruga —así le llamo— es el nuevo desafío que transformará todas las infraestructuras y estrategias de intercambio de mercancías, de recursos energéticos y militares, de alta tecnología, de tránsito de pasajeros por los diversos periplos que nos brinde el hombre y la madre tierra. Como dice el camarada Julio escalona, es el rediseño del mundo más radical después de los procesos de conquista y colonización iniciados por los viajes de Colón. En este sentido, el imperio estadounidense no cesa ni cesará en colocar a China como una nación peligrosa por el hecho de haber tocado sus intereses geopolíticos. En América del Sur la ruta ha tocado varios países: Panamá fue el primero, Uruguay, Ecuador, Chile, Uruguay, Costa Rica, Cuba, Nicaragua (a través del megaproyecto el Gran Canal de Nicaragua, una ruta interoceánica alterna al Canal de Panamá, que ha puesto más paranoico a Donald Trump, razón por la cual ha impuesto sanciones a este país, con amenaza intervencionista) , Bolivia, Perú se integró recientemente, y al país que ha resistido las políticas neoliberales de EE.UU., Venezuela. En algunos casos ya se han firmado memorándums de entendimiento, traduciéndose éstos en proyectos e infraestructuras concretas. Ante esta situación, el imperio ha manifestado que este tipo de economías son riesgosas, por eso ataca a China imponiéndoles sanciones comerciales y tributarias.
La Ruta de la Seda es la estrategia diplomática con la que Xi Jimping seduce al mundo, en contraposición con las políticas de EE.UU., que no cesan de ser injerencistas, represivas, intervencionistas, violatorias de todos los derechos humanos y comerciales-económicas-financieros. China pretende levantar una amplia red de transportes de personas y mercancías, de conducciones de gas y petróleo, de tecnología, entre otros rubros, para exportar su pujante economía por todos los continentes en función del crecimiento y desarrollo de todos, de manera clara y transparente. Ante los enfrentamientos y sanciones de los EE.UU. contra China, algunos países de la Unión Europea y otros tantos más, el gigante asiático busca captar territorios que sean aliados del norte o que estén inmersos en conflictos con éste. La oruga está moviéndose, el imperio le ayudó. Razón tenía Napoleón al decir “cuando China despierte el mundo temblará”. China ha despertado y el mundo tiembla, es una realidad innegable e irreversible. Es la primera vez en el escenario económico mundial que un país desafía al modelo perverso del imperio gringo, el cual ha dominado al mundo. Los errores de Trump hicieron que hasta el Reino Unido y Alemania se unieran a esta iniciativa, ya que los beneficios de la ruta son a gran escala, las relaciones no están marcadas por la rivalidad geoestratégica que tiene con otros actores internacionales, y sus resultados pueden generar mayor crecimiento económico, empleo, amplitud de nuevos mercados. Si los EE.UU. se opone a la revolución de la Ruta de la Seda es porque es muy buena, porque el comercio mundial cambiará para siempre, en función de mayor cooperación financiera, de comprensión mutua sin amenazas. Un imperio de alcance mundial está naciendo y esto, al parecer, es inevitable, gracias a la extinción de otro imperio. Concluyo como Sun Zi, en su libro El arte de Guerra: “la mejor victoria es vencer sin combatir y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”. Es el tiempo, es la hora, un ciclo se cierra y se apertura otro que será definitorio para los acontecimientos por venir.
Licenciada en Administración
[email protected]