En nuestro caso comenzamos la ruta en el puente de la desembocadura del río Loio en el Miño, paralelo al río caminamos hasta la aldea de Loio y desde ese punto se desciende hasta el cauce del río que no pudimos cruzar dado que los puentes de madera estaba rotos por las crecidas consecuencia de las últimas lluvias, por lo que tuvimos que volver, no obstante los casi nueve kilómetros recorridos merecieron la pena.
Después de la ruta visitamos Portomarín, situada en la provincia de Lugo, a orillas del río Miño, aún conserva las características de los pueblos tradicionales gallegos, con soportales en las calles empedradas y casas bajas, lo que le da un encanto especial. Antiguamente el pueblo estaba situado en un valle, pero debido a la construcción de un embalse en la década de los 60 del siglo XX, el pueblo quedó bajo las aguas del Miño y fue trasladado a una colina cercana. Este traslado hizo que Portomarín se convirtiera en un lugar único, donde se puede disfrutar de de impresionantes vistas panorámicas del embalse y los alrededores. El municipio es conocido hoy día por ser una parada importante en el Camino de Santiago, cuando estuvimos era un hervidero de peregrinos que llegaban o iban de paso.
La Iglesia de San Pedro, románica, conserva su portada principal con arco de medio punto y tímpano bilobulado, apoyado sobre dos mochetas con cabeza de toro.
Después de comer abandonamos el pueblo para volver a Ourense y de camino hacemos una parada en Chantada que destaca por su bonito casco antiguo que conserva los soportales tradicionales y sus ejemplos de románico.
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