En una autopista secundaria, muy solitaria, un vehículo va algunos kilómetros por hora por encima del límite máximo de velocidad. Es de noche, y el paraje circundante es absolutamente tenebroso.
A poca distancia, otro vehículo lo sigue. Tiene la clásica luz de emergencia que indicaría que es policial.
El conductor del vehículo, al percatarse de su falta, comenzó a bajar el ritmo para, por fin, detenerse a un lado de la vía. Vio cómo la patrulla se estacionó detrás de él. Los policías se tomaron su tiempo en descender; se movían despacio, cada uno por un lado. Era una pareja, bastante joven. El hombre tomó el lado izquierdo; la pelirroja, con gafas oscuras, fue por el derecho. Ambos vestían de civil.
El policía golpeó el vidrio de la ventana diciendo, de forma autoritaria, una sola palabra:
El Infractor comenzó a sudar; se sentía nervioso, pero lo calmaba saber que tenía su documentación en regla. Con prontitud, buscó en la billetera la licencia de conducción, la carta de propiedad del auto y la constancia de estar asegurado.
Apenas tuvo listo todo, se dispuso a entregar al oficial que lo requería, cuando en ese mismo momento una bala expansiva le perforó la cabeza.
-¡Maldita sea! Lo has vuelto a hacer sin avisarme. Mira cómo me has salpicado la ropa; debo tener hasta pedazos de hueso -dijo en un tono muy casual el caballero-. Ni siquiera alcancé a recibirle los papeles.
-¡Ups! -contestó ella y luego soltó una risotada, la cual fue seguida por su compañero con una fuerte carcajada.
-Tendremos que proceder a limpiar la evidencia -dijo él, como si se tratara de una rutina cómica varias veces ensayada-. La próxima vez voy a tener que ponerme un delantal de plástico para evitar arruinar mi ropa, que es tan cara.
-Si te hace sentir mejor, amor mío, la próxima vez yo pido los papeles.
Ella guardó cuidadosamente el arma que había utilizado y retornaron a la patrulla. Apagaron todas las luces. Desde allí el hombre utilizó un teléfono celular (no usó el radio oficial), marcó un número, esperó unos segundos a que una máquina contestara y dijo:
-Papa,..., Hotel, Eco, Charlie, Hotel, Oscar -y colgó la llamada.
Algunos minutos después, a lo lejos, vieron la silueta de un helicóptero que se aproximaba, y, sin encender las luces, desaparecieron en la oscuridad.