Revista Asia

Sábado de Yabusame

Por Amoreno
El sábado pasado estuve viendo una demostración de Yabusame (流鏑馬), la modalidad japonesa de tiro con arco a caballo. Aunque se trata de una tradición muy antigua y muy conocida en Japón, en la actualidad su práctica no está muy extendida y a lo largo del año suele haber eventos contados, así que tuve suerte de poder asistir a uno.
Sábado de Yabusame
Al igual que el sumo, otras de las tradiciones típicas de Japón, la esencia del yabusame está ligada al sintoísmo; sin embargo, lejos de lo que pueda parecer, no está considerado un deporte sino más bien un arte o rito ceremonial religioso.
Los orígenes de este estilo de arquería se remontan a finales del período Heian (794-1191). En el período Kamakura (1192-1333) su práctica cobró importancia como entrenamiento militar de los samurái. Al contrario de lo que se piensa hoy en día, históricamente la imagen del samurái estuvo más relacionada con la de un arquero a caballo que con la de un espadachín. En la guerra, el uso del arco estaba más extendido que la espada, y no fue sino hasta que el país entró en un período de relativa paz cuando la espada adquirió la importancia con la que se relaciona actualmente a estos guerreros.
Se cuenta que el fundador del shogunato Kamakura, Minamoto Yoritomo, estaba preocupado ante la falta de habilidad con el arco por parte de sus samuráis, por lo que ordenó a Ogasawara Nagakiyo fundar una escuela de tiro con arco. Yoritomo quería que sus guerreros fueran hábiles y disciplinados, por lo que organizó el yabusame como un ejercicio militar y aquellos que no demostraran tener habilidad suficiente serían invitados a realizar el seppuku (suicidio ritual). Con el tiempo, su fama se extendió por todo Japón cuando algunos guerreros comenzaron a practicar demostraciones como ofrenda divina a los templos y santuarios, con la esperanza de la victoria en la batalla.
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La costumbre del yabusame se interrumpió durante el período Muromachi (1334-1573) a causa de los numerosos conflictos armados que azotaban el país. Más tarde, con la llegada de los portugueses a mediados del s. XVI, el uso del arco perdió importancia en el campo de batalla en favor de las armas de fuego. Con el establecimiento del shogunato de Tokugawa (1603–1867) la nación entró en paz y fue en 1724 cuando el shogun Tokugawa Yoshimune ordenó a Ogasawara Heibei Tsuneharu, heredero de la prestigiosa escuela de arquería, revivir el arte del yabusame como rito ceremonial. Tsuneharu estableció una nueva escuela Ogasawara y sobre la tradición ya ancestral fundó las bases de lo que hoy en día conocemos como yabusame. La segunda escuela de arquería que todavía prevalece es la escuela Takeda, fundada por Minamoto Yoshiari en el s. IX. El estilo Takeda ha aparecido en las películas de samuráis clásicas como "Los siete samuráis" (1954) de Akira Kurosawa, y sus actores fueron entrenados en esta escuela.
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Una de las particularidades del aprendizaje del yabusame es que el gobierno japonés prohíbe enseñar a cambio de dinero, se hace únicamente por honor. El alumno debe convencer al maestro para que este sea su mentor y, a cambio, este obtendrá buena reputación.
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Mientras que el yabusame original estaba enfocado al entrenamiento militar, el yabusame moderno fue diseñado como una forma de complacer a los dioses y obtener su bendición para asegurar la prosperidad de la tierra y de las cosechas. Por esta razón, este tipo de demostraciones normalmente se celebran cerca de santuarios sintoístas, como Tsurugaoka Hachiman-gū en Kamakura, Tōshōgū en Nikko o Shimogamo en Kioto. Tiene lugar también en Kasama, en la prefectura de Ibaraki cerca de donde vivo, todos los años el día 3 de Noviembre. Aquí se encuentra el santuario de Kasama Inari-jinja, que junto con el Fushimi Inari-Taisha de Kioto es uno de los santuarios más importantes de Japón dedicados al espíritu de Inari, la deidad que representa la fertilidad, el arroz, la agricultura, la industria y el éxito en general.
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La jornada de yabusame comienza antes de las 10 de la mañana. En primer lugar, se lleva a cabo una ceremonia en el santuario en la que están presentes los sacerdotes sintoístas y los arqueros participantes, provenientes de la escuela Ogasawara. Estos presentan sus respetos en forma de arcos y flechas y rezan por tener éxito en la competición.
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Tras la ceremonia religiosa se organizan dos demostraciones, a las 10 de la mañana y a las 2 de la tarde, en la pista de arena situada junto a la escuela de secundaria de Kasama. Los primeros en llegar son los jueces y los sacerdotes sintoístas.
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Ocupan un lugar privilegiado en medio de la pista. Serán testigos de la buena o mala actuación de los arqueros y más tarde interpretarán sus logros como auspicios para la cosecha del año que viene.
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Justo antes de que comience el rito uno de los sacerdotes se reune con el líder del grupo de arqueros y este le dirige una especie de saludo formal. Me pareció un gesto muy solemne, ya que el arquero responde con el semblante serio y con un grito furioso, como si fuera un guerrero de verdad que parte hacia la batalla.
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A continuación comienza el desfile de los arqueros montados a caballo paseando por la pista de tierra.
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Como puede verse en la siguiente fotografía, el atuendo del arquero se compone principalmente de un sombrero de caña tejida, un vestido shitagi interior, una manga exterior reforzada para proteger el brazo izquierdo del arco, un par de guantes y unos pantalones cubiertos por piel de ciervo. El arco o yumi es largo y asimétrico, y está hecho de caña de ratán, una de las maderas más fuertes de la naturaleza que crece en los bosques tropicales del Lejano Oriente. Las flechas tienen plumas en la cola y al ser lanzadas producen un silbido con el roce del aire. Por último, los arqueros también están provistos de dos espadas, una maezasi corta en la abdomen y una tachi larga atada a la cintura.
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La mayoría de los arqueros utilizan flechas con punta roma, que al impactar sobre el objetivo producen un fuerte chasquido. Sólo a los participantes experimentados se les permite utilizar flechas con la punta en forma de v invertida.
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Junto con los arqueros desfilan también los equipos de ayudantes. Destacan aquellos que se encargan de portar los cuadrados de madera de cedro que se utilizarán como dianas.
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El blanco de madera se coloca sobre una caña de bambú a una altura de dos metros sobre el suelo. Su ubicación corresponde al punto débil de un contrincante que esté vestido con una armadura de samurái completa, la cual solo deja expuesto el espacio por debajo de la visera del casco. Al lado izquierdo de la diana se sientan los jueces. Uno de ellos sostiene un palo con unas tiras blancas en su extremo. En caso de que la flecha acierte en el tablero, levantará el palo para marcar la diana.
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Al principio de la pista hay una zona de preparación, donde los arqueros pueden escoger su arco y sus flechas y concentrarse antes de que llegue su turno.
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Los participantes salen a la pista de uno en uno, cuando el terreno está libre. En pocos segundos, el caballo pasa de la calma más absoluta al frenético galope.
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Las pista de tierra mide 255 m de largo. Los arqueros deben galopar disparando a tres blancos a su paso. El primero de los blancos está a 30 m de la salida, el segundo a 75 m del primero, y el tercero a 75 m del segundo. El jinete debe ser capaz de recorrer la pista en unos 20 segundos aproximadamente.
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Al contrario de lo que parece, la dificultad del yabusame no radica en la puntería y precisión a la hora de disparar las flechas, ya que el blanco está situado a corta distancia, sino en la habilidad para cabalgar sin utilizar las manos, sujetando el caballo únicamente con las piernas, y en la rapidez para cargar el arco entre blanco y blanco, ya que hay muy poco espacio de tiempo.
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Al aproximarse a cada uno de los blancos, el arquero extrae su flecha de la espalda, tensa el arco hasta pasar cerca de su oreja y dispara intentando mantener los brazos rectos y extendidos.
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En este vídeo podéis ver una carrera completa. Además de apreciar los detalles visuales que he mencionado, escucharéis que entre el primer y el segundo blanco el arquero lanza un fuerte grito de "in-yo-in-yo-in", que significa "oscuridad y luz". Dicen que este grito de guerra ayuda a los arqueros a poner el cuerpo en tensión y mantener la concentración.

Cada ronda suelen contar con unos cinco participantes. Cuando han pasado todos, regresan al punto de salida haciendo un paseillo por el lateral de la pista. Si un arquero no ha estado muy acertado, el público enmudece a su paso. Si ha logrado golpear algún blanco, la gente le anima.
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Comienza la segunda ronda, veamos si nos depara más emociones.
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El turno entre un arquero y otro lo marcan un par de jueces colocados al principio y al final de la pista de tierra. Estos se comunican mediante el uso de abanicos, indicando cuando el final de la pista está despejado y puede salir el siguiente jinete.
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El yabusame actual no ha sufrido muchos cambios desde que sus principios fueran refundados en el s. XVIII. Vemos que en la actualidad, en lugar de emplear tecnología para comunicarse se sigue utilizando esta forma de señalización tradicional.
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Los participantes de la segunda ronda están siendo más acertados. El silencio del público conteniendo la respiración segundos antes de que el arquero dispare a la diana rompe en júbilo cuando la flecha impacta contra el tablero de madera.
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Tras terminar la ronda, el público aplaude efusivamente a los campeones durante el paseillo. Estos, con gran humildad, mantienen la postura recta y la mirada al frente.
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La tercera ronda también viene cargada de aciertos. Este jinete casi parte por la mitad el tablero.
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Cuando termina el turno, haya acertado el jinete o no en el blanco, este se sustituye por uno nuevo.
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Último de los paseillos, después de cuatro rondas. Algunos arqueros han conseguido alcanzar los tres blancos, un logro admirable.
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Un año más, la jornada de yabusame ha sido todo un éxito y la tradición se mantiene viva gracias a estos hombres que dedican toda su vida a perfeccionar este arte.
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Con el ocaso del día los campeones desfilan por las calles de Kasama seguidos por el público en procesión. Al igual que los luchadores de sumo, los arqueros de yabusame gozan de un gran estatus dentro de la sociedad nipona, ya que representan el vivo recuerdo del estilo de vida samurái, las últimas reminiscencias de los valores tradicionales de honor y disciplina que durante siglos marcaron a los miembros de la casta guerrera en Japón.
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Para terminar, os dejo con un documental de Tim Ferriss, un extranjero que tuvo la oportunidad de realizar un entrenamiento intensivo de cinco días con un maestro de yabusame. En el vídeo se muestran cuáles son los secretos, los retos y dificultades para el dominio de este legendario arte.

Si tenéis la oportunidad de estar en Japón y presenciar una de estas celebraciones, no saldréis decepcionados. Aquí tenéis el calendario anual de eventos de la escuela Ogasawara y el de la escuela Takeda.

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