Revista En Femenino

Saber callar (por Arantxa)

Publicado el 25 junio 2012 por Imperfectas
Saber callar (por Arantxa)“No debería uno contar nunca nada (…) Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona”. Con esas líneas magistrales arranca la primera de las novelas de la trilogía de Javier Marías “Tu rostro mañana”.

He reflexionado mucho sobre estas palabras, tras leer los tres libros, y llevaba meses con la idea de escribir una entrada sobre el arte de saber guardar un secreto rondándome, hasta que ayer hablando con una amiga saltó la alarma y decidí que hoy publicaba sobre el tema. 


Soy una persona extremadamente charlatana, parlanchina, una cotorra vaya. Habladora extrema, de las que solo se callan debajo del agua, ahí sí. Pero en mi caso puedo afirmar que los secretos que me confían no salen de mi boca. Ni por descuido. Puedo pasarme horas hablando de los temas más variopintos o de mi vida, pero no contando intimidades de las vidas ajenas. Si se me pregunta, contesto con el manido “no sé”, aunque sepa. Y han sido muchas las veces que me han inquirido sobre las vidas de otros, suponiendo, con acierto, que yo tenía más información jugosa del tema, y me hago la tonta a la perfección. No cuela, soy consciente, pero me cierro en banda. 

Que alimenten su morbo con otros, no conmigo. Porque lo cierto es que mucha gente no sabe guardar un secreto. Por indiscreción, por inconsciencia o por puro chismorreo. No digo que obren con maldad, pero me parece algo gravísimo. Si le confío parte de mi intimidad a alguien, que no sepa salvaguardarla es una deslealtad, una traición, como dice Marías. Bien es cierto que no todos entendemos lo mismo por intimidad, pero eso daría para otra entrada. 

De hecho creo que si hay personas (no necesariamente han de ser amigos íntimos) que me han confiado o me confían parte de sus cuitas más privadas es porque entienden que no se lo revelaré a nadie. Y a la inversa. Saber callar es una virtud, de la que puedo presumir. En caso de necesidad imperiosa de hablar de un asunto privado, es muy importante saber en quien se puede depositar esa confianza y con lo años me he vuelto selectiva a la hora de ir contando los episodios de mi vida.


A propósito de lo que os cuento, otra amiga a la que no citaré, obviamente, siempre me reitera que lo mejor es no hablar nunca de aquello que no queremos que llegue a saberse más allá del depositario de la confidencia. En definitiva, que hay cosas que no se cuentan. Como reza el refrán, se es esclavo de las palabras y dueño de los silencios. Porque una vez dicho, ya hay riesgo de que aquello que se quiere mantener en secreto o en un ámbito privado pase a ser menos privado y bastante más público. Y en ocasiones las consecuencias, además de inevitables pueden ser funestas (no dejéis de leer “Corazón tan blanco”, de Javier Marías, y entenderéis mejor que quiero decir).

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