Hay quienes saben mirar el pájaro, la nube, los lirios en el campo. De ellos se dice que viven despreocupadamente, como los niños en las noches de verano o las ancianas cosiendo sobre su silla de madera en la calle de enfrente. La despreocupación -piensa el necio- es signo de inconsciencia e irresponsabilidad. Todo lo contrario, es puente de sabiduría y de libertad.
Quien sabe mirar, al cielo, dentro de uno mismo, sabe que no está solo, que no importa demasiado lo que le importa, que hay mucho más fuera de lo que puede imaginar, y el día le traerá lo que necesite. Quien vive mirando fuera es que no está solo.