Revista Coaching

¿Sabes escuchar?

Por Dlodestro @dlodestro

El saber escuchar se convierte en un arte toda vez que reconocemos que éste precede al habla y que es en base a nuestra escucha que construimos nuestro mundo, nuestras realidades y nuestras relaciones, otorgándole un sentido a nuestra vida. El saber escuchar es una habilidad social, debemos afinarla para que nos permita emerger como el ser que deseamos ser.

Saber escuchar, exige dominio de uno mismo. Es un arte y un gesto de sabiduría. Escuchar es una actitud desafiante debido a que implica atención al interlocutor, disposición, voluntad por captar su decir y comprensión del mismo. Es afinar nuestras interpretación

es y abandonar la creencia de considerar a la verdad o la razón como un tesoro exclusivo.

Cuentan que navegando en medio del mar, un discípulo le preguntó a su maestro: ¿Cómo puedo hacer para aprender a escuchar mejor, para ser efectivo en mi escucha y escuchar el decir del otro? El maestro saco debajo de su túnica una bolsita de terciopelo llena de monedas de oro, al mismo tiempo que vertió todas las monedas, en las manos abiertas del discípulo y lo observo con atención. El discípulo ante la situación se ensimismo con lo que observaba y se limitó  a dirigir su atención a la contemplación de las monedas, a escuchar sus conversaciones internas perdiendo la dimensión y abstrayéndose del contexto. Después de varios minutos el maestro le preguntó: ¿Qué escuchaste? El discípulo respondió “nada, no escuche nada, las monedas de oro no hablan”. El maestro le respondió “correcto las monedas de oro no  hablan, sin embargo, mientras las observabas y estabas inmerso en tu mirar, en tus pensamientos e interpretaciones sobre el tesoro que tienes en tu poder, percibí que tu cuerpo se inclinó hacia ellas a modo de protegerlas y que tu emoción era gozosa frente a la posibilidad de poder considerarte el dueño de ellas”. El discípulo afirmo que era correcta la interpretación por parte del maestro. Entonces el maestro le volvió a preguntar: ¿Qué escuchaste? El discípulo sorprendido le contesto: “Maestro, con todo mi respeto, pero parece que usted está sordo, ya le dije que no escuche nada”. El Maestro sonrió y con mucho humildad le dijo: “Mientras tu mirabas y sólo te enfocabas en las monedas que derrame en tus manos, Yo contesté a tu pregunta”. El discípulo claramente sobrecogido le dijo que no lo había escuchado.

Es importante considerar  introducir nuevos ángulos de observación y reconocer  que existen aspectos que pueden pasar desapercibidos en el momento de nuestra escucha. Si no reflexionamos sobre este hecho, y no nos enfocamos en la situación completa podemos comprometer nuestra escucha. En el aprendizaje de la escucha, y para desarrollar la capacidad de escuchar debemos estar atentos a nuestro interlocutor, a su manera de decirnos las cosas, a su intención lo que nos llevará a una mejor escucha y a la posibilidad de no comprometerla y de no comprometer nuestra capacidad de encontrar satisfacción en la vida, así  como de asegurar altos niveles de efectividad en nuestro actuar.

Lo central en la escucha es la apertura. Implica que escuchar es abrirse al otro. Significa no pasar por alto el planteamiento del otro y escuchar lo que tiene que decir, sin prejuicios, sin cargas, sin una pre opinión de lo que vaya a decir. La escucha descansa en la presunción del valor del otro. Es abrirse al cambio por efecto del comportamiento del otro.

La apertura en la escucha, como observadores, nos abre posibilidades. Escuchar es una de las más claras manifestaciones de nuestra capacidad de conectividad con el otro, con los demás. Si logramos desarrollar una alta capacidad de escucha nos convertimos en seres con alta capacidad de conectividad.

El fenómeno de la escucha no sólo nos permite escuchar el decir o el exponer del orador, también nos permite escuchar lo que el orador no dice, podemos inferir sus inquietudes, la intención o el propósito no expresado en su hablar. Para ello es importante indagar que realmente quiso decir, sin entrar en retoricas, podemos formular preguntas orientadas a entender cuál es la inquietud que lleva al orador a decir lo que dice y poder llegar a un mejor entender y comprensión de su expresar.

En el saber escuchar se toman en cuenta aspectos que permiten un aprendizaje mutuo, en base a reconocer y aceptar que existen personas diferentes con diferentes puntos de vista, con interpretaciones distintas que pueden  o no ser resultado del sistema social del que provienen, de su historia, de sus creencias, de sus mapas mentales. El deseo de entender al otro en base a su decir, en el cual también pueden observarse su emocionalidad y corporalidad, es vital para las relaciones personales con calidad. La escucha efectiva no se produce cuando nos sumergimos exclusivamente en nuestro mirar y creemos que somos poseedores de la verdad, nos consideramos dueños de ella como si fuera un tesoro y por consecuencia nos cerramos al mirar de los otros, al contexto en el que estamos porque nuestro enfoque es único, nuestra falta de atención a nuestro interlocutor afectan nuestro escuchar, perdemos la dimensión de la situación  y nos imposibilitan a seguir enriqueciendo nuestro mundo.

Nuestra escucha válida el habla del otro, en este sentido, escuchar es también afinar nuestras interpretaciones, indagar de manera que podamos aproximarnos a un entender, pese a la existencia de una brecha inevitable o malos entendidos por la asignación de sentidos diferentes por parte de los interlocutores en el exponer y en el escuchar de ambos. Tanto el oyente como el orador son corresponsables del fenómeno de la escucha, por tanto la apertura o disposición a la escucha genera estados positivos para una conversación productiva donde tanto el oyente como el orador se enriquezcan en el proceso y pueden llegar a puntos de consenso o puedan moverse dentro de un dominio consensual que permita la coordinación de sus acciones, y por lo tanto la posibilidad o alternativa de llegar a un acuerdo que pone en relevancia una aproximación que reduce los malos entendidos que pueden existir entre ambos, dando paso una acercamiento y a una conectividad entre los observadores donde emerja un acoplamiento que genere la unidad del sentido que le asignan los interlocutores a su escucha y a su hablar.

Verificar nuestra escucha y compartir inquietudes, en un indagar productivo, nos impulsa, nos motiva a abandonar creencias limitantes para ingresar a un modelo de aprendizaje mutuo.

La forma en cómo escuchamos es determinante para mejorar nuestras competencias de escucha, consideradas como las más importantes en un ser humano. Nuestra escucha compromete la forma cómo construimos  nuestras relaciones personales, cómo interpretamos la vida, cómo nos proyectamos hacia el futuro, cómo actuamos y cómo definimos nuestra capacidad de aprendizaje y de transformación del mundo, y si la forma de escucha no es efectiva  finalmente puede comprometer  nuestro sentido de vida y nuestra dignidad.

De acuerdo a lo mencionado podemos realizar  acciones como poner atención a nuestra escucha, donde la idea es aprender de las diferencias, aceptar y validar las otras opiniones o puntos de vista. Esta posición genera compartir las inquietudes del otro, tratar de entender su posición y abrirse a nuevas posibilidades y alternativas que pueden ser generativas, al intercambio sano de puntos de vista que promuevan conversaciones efectivas basadas en el respeto hacia el otro.

En la apertura a la comprensión de un otro diferente nuestra escucha busca la posibilidad de comprenderlo, no de bloquearlo o cristalizarlo; escuchamos lo que dice, desde su observador particular que es, sin juzgarlo, sin descalificarlo por sostener algo diferente a lo que nosotros pensamos; aceptamos esa diferencia como legítima debido a que el otro puede pensar de manera muy distinta a nosotros y ello no significa que esté necesariamente equivocado, o que lo que piensa sea falso o inadecuado. Para hacer esto debemos partir de una predisposición de respeto ante ese otro diferente y no hacer de la diferencia un criterio discriminador o descalificador.

La vida se realiza en convivencia con los demás y en una transformación conjunta a partir de las interacciones entre los unos y los otros. Esto significa conversar, que no es lo mismo que comunicarse. La interacción con los demás nos cambia y nos cambia, de manera muy importante, a través de la escucha de lo que dicen y hacen. Cambian nuestra forma de ser, dentro lo permisible y lo que se considera aceptable desde el  observador particular que somos.  La escucha implica, definitivamente, un proceso de apertura muy importante para la transformación personal. Escuchar al otro es permitir que el poder transformador de “su” palabra pueda transformarnos.

En el arte de saber escuchar  las personas son capaces de reconocer, con responsabilidad, que nunca tienen toda la información relevante, por lo tanto no tienen toda la razón y tienen la necesidad de interactuar con los otros para poder contar con mayores datos y así poder formular opiniones más completas que además se conviertan en aportes para todos. Hay una aceptación de que la ayuda, la cooperación del otro es valiosa. Esta ayuda se pide indagando productivamente y se ofrece al exponer en forma productiva. Uno experimenta desde sí mismo lo que el otro dice, hace y en qué forma lo afecta. Pero uno no tiene acceso a los estados internos del otro: sus pensamientos, sentimientos, emociones, deseos, sensaciones, ideas, conocimiento, información, perspectivas y objetivos e intenciones. Por eso es importante encontrar formas operativas de compartir datos, razonamientos, perspectivas, intenciones, etc. entre y con los demás interlocutores. En este sentido, también se debe discernir cuando es oportuno y en qué momento se debe profundizar y hacer explícitos los razonamientos en las conversaciones. Por ejemplo, esto puede ser oportuno cuando se presentan desacuerdos o diferencias en una conversación donde los interlocutores llegan a distintas conclusiones. En ese momento resulta altamente efectivo utilizar el desacuerdo como una oportunidad para profundizar su comprensión mutua, investigando las posiciones, la diversidad en las sugerencias, las mismas que pueden ser consecuencia de opiniones divergentes y esas divergencias pueden ser consecuencia de diferencias en la información, o en la interpretación de la información, o de los intereses y objetivos de cada uno. Una vez tomada la decisión de investigar los razonamientos del otro, para  poder llevar adelante una conversación efectiva en un clima que sea productivo para las interacciones y el campo conversacional de los interlocutores.

La conversación exige una actitud silenciosa de escucha atenta. El escritor francés Joseph Joubert  afirma: «Si queréis hablar a alguien, empezad por abrir los oídos». Solo una actitud de escucha atenta hace fecunda la palabra que podemos brindar a nuestro interlocutor. Es difícil poder decir algo válido al que conversa con nosotros si antes no abrimos de par en par nuestros oídos para escucharle.


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