El masoquismo informativo español centrado sólo en la corrupción nos ha robado esta semana espacios destinados divulgar un triunfo nacional de la investigación de uno de los peores cánceres, el melanoma.
Es el descubrimiento de un equipo de 15 científicos, de los que solo cuatro son hombres, dirigido por la bióloga Marisol Soengas en el CNIO, Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, abierto en 1998 bajo la dirección de Mariano Barbacid.
Soengas, que no tiene familiares vinculados a la ciencia --su padre era ebanista, y sus abuelos campesinos en una aldea lucense--, se formó en Coruña y Madrid, y comenzó a investigar los melanomas en EE.UU.
Volvió, como Barbacid, porque muchos grandes científicos que salen de España vuelven en cuanto pueden; en el CNIO, aparte de españoles, hay también gran número de extranjeros de primer nivel.
Debe añadirse que el conjunto del CNIO, formado por 64 grupos y unidades cada uno dirigidos por investigadores principales como esta científica, está ahora bajo la dirección de otra mujer, la alicantina María Blasco Marhuenda.
Alguien sintetizó muy bien el trabajo del equipo de Soengas: “Pillan “in fraganti” al melanoma antes de que se extienda”.
Los investigadores vieron en ratones vivos, por primera vez en el mundo, y con un sistema de seguimiento creado también en el CNIO, cómo los melanomas actúan a distancia antes de formar las metástasis y cómo estas señales se reactivan cuando la cirugía no es eficiente.
El descubrimiento ha servido para identificar una nueva posible diana para el tratamiento.
Deberíamos recordar que España es la décima potencia mundial en publicaciones científicas y que aporta constantemente notables avances; ahora, de mujeres.
Pero casi nadie lo sabe: a Bárcenas, aparte de dinero, le damos también los mejores espacios informativos.
Y un mensaje para Podemos, que desprecia con la soberbia de los señoritos las aportaciones voluntarias a la lucha contra el cáncer como la de 320 millones de euros de Amancio Ortega: Marisol Soengas sale frecuentemente a la calle como tantos otros voluntarios sin sueldo con huchas para pedir ayuda a la lucha contra la enfermedad que investiga.
Igual que hacen los investigadores de las universidades más ricas del mundo. Porque nunca hay dinero suficiente para luchas contra la enfermedad.
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SALAS