Le llaman sabio y maestro de la política, persona a la que debe escucharse, oráculo que vaticina el futuro, como ahora, cuando a sus 96 años, anuncia una "segunda transición" gracias al Movimiento 15-M, que hará la democracia “mucho más dinámica" y "más apreciable".
Un cambio revolucionario necesario, porque esta última legislatura española le ha recordado a la crispación y hostilidad "de las dos Españas de 1936”.
Se le escuchó con admiración durante la dictadura y con respeto al iniciarse la democracia, pero mirando atrás se descubre que casi nunca anticipó nada en su larga vida.
Sólo tuvo dos aciertos: apoyar la Constitución de 1978, y decir que, como todos, espera fallecer lo más tarde posible.
Sus grandes equivocaciones, una tras otra, comenzaron un día de 1936, cuando dijo que Franco era un fantoche incapaz de mantener un mes de guerra, y el tipo aguantó hasta que murió como Jefe de Estado 39 años después.
Tiempo suficiente como para que Carrillo, al margen de su papel en la guerra civil, creyera que Stalin y el comunismo harían la revolución mundial anticapitalista.
Y para que expulsara del PC por derrotistas en 1964 a comunistas menos entusiastas, como Semprún y Fernando Caludín.
Llegó a garantizar que el gran revolucionario rumano Ceaucescu conseguiría que el mundo entero cantara entusiasmado la Internacional.
También anunció que EE.UU. se hundiría, que Europa occidental fracasaría frente al internacionalismo proletario, y que el Partido Comunista gobernaría el planeta.
Pese a este historial, periodistas, académicos y políticos lo presentan ahora como genio vaticinador, especialmente a partir de 1982, cuando lo expulsaron del PCE.
Pues, como se ve, nunca acertó. Ni un solo anuncio. Sólo repite dogmas atrasistas del siglo XIX.
Axioma: para acertar, vaticínese siempre lo contrario que él. El 15M se quedará en nada.
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SALAS. Donde pone Contenedores podríamos añadir "Predicciones de D. Santiago".