"No te puedes imaginar cómo se come en Gijon", me dice mi amiga y compañera @lalaviajera mientras disfrutábamos de un desayuno a punto de irnos a volar en globo por la Provincia de Sevilla. Compartíamos BlogTrip, y me animó a pasear de su mano por la ciudad marinera, así tal vez, tendríamos la posibilidad de seguir paseando juntas en #SaboreandoGijón.
De la misma forma que nos echamos a volar por el cielo de Sevilla nos transportamos a Gijón ya que para una leonesa o "leonina" como Lala , Asturias es su horizonte marinero. No teníamos ni un minuto que perder y nos fuimos directamente a Cimadevilla caminando desde el Paseo Marítimo de la Playa de San Lorenzo. Nos metimos por la calle Cabrales para ver a vuelo de pájaro la Plaza Mayor, pequeñita, coqueta, y aún así imperdible, y subimos callejeando al cerro de Santa Catalina, porque yo tenía claro que para un post de Gijón mi meta debía ser la abstracción marinera hecha por Chillida en "El Elogio del Horizonte". El entorno hace honor al nombre, y es perfecto para meterse dentro de la escultural mole de hierro para ver si era verdad que desde allí adentro se siente el rumor del mar. Y lo es, la cavidad hace el efecto del caracol, y en sus paredes retumban armoniosos los sonidos estimulantes del mar.
Foto de Ernesto Reiner bajo CC GNU Free Documentation License,
Yo me meto fácilmente en sintonía con el agua, me abstraigo, pero llega un momento en que hay que salir, hay mucha gente esperando. Lala me apuró para disfrutar de las vistas de ambos lados de la cima, desde donde puedes entender Gijón, de un lado el Paseo Marítimo, del otro el Puerto Deportivo. Bajamos por la cuesta del Cholo, ya íbamos haciendo hambre, y mi compañera me propone bajar por la calle Oscar Olavarría para tomarnos una sidra con sardinas a la plancha, pero simplemente a modo de aperitivo.
Tomamos el paseo marítimo que bordea el puerto deportivo, nos encontramos con la plaza de Don Pelayo, el monumento al Rey Astur, a ver si teníamos suerte y estaba disfrazado, y a ver si algún súbdito le había clavado una botella de sidra en la mano que porta la cruz de la Victoria. Nos quedaba algo de tiempo para echar un vistazo al Palacio de Revillagigedo, de nombre alambicado, y preciosas costumbres, ya que dentro es un centro cultural financiado por Caja Astur.
Llegó por fin la hora del #Saboreagijon y nos preparamos para comernos un cachopo de tamaño descomunal. Ya me habia adevertido que esos dos filetes emparedando al jamon y al queso para luego rebozarlo, y hacerlo tintinear en aceite, eran una bacanal. Como dos mujeres coquetas que cuidamos la linea, y en vista de que nos esperaba el #Gijóngoloso decidimos compartir el plato, y apenas unas patatitas y unas verduritas de acompañamiento. Y a la calle, Lala quería volver a ver las Termas Romanas y yo preferí ir merodear la Basílica de San Pedro, ya que como todo sábado a la tarde, es posible que veas alguna boda, ceremonia preciosa para saber cómo respira una sociedad.
Nos reencontramos, y ya estábamos en disposición de seguir con nuestro #saboreagijon dulce, y qué mejor que disfrutar los bonos del #GijónGoloso. Decidimos hacerlo en segway, ya que al menos balanceándonos gastaríamos alguna caloria. Fuimos en busca de las Casadiellas (casadielles al decir de los asturianos), esas empanadillas rellenas de nueces machacadas con azúcar, pero estábamos abiertas a cualquier sugerencia que nos entrara por los ojos.
Llegó la hora de ir un rato a la cinta del gimnasio para quemar calorías, aunque Lala me propone que nos pongamos las zapatillas para ir corriendo a ver la estatua de la Lloca que está un poco mas allá de la desembocadura del Piles, cerca del Tostaderum. Teníamos que correr mucho, porque comer pensábamos seguir comiendo.
Volvimos al hotel, a ese momento glorioso del "reposo del bloguero" en que a través de una ducha transformamos nuestro ímpetu descubridor diurno por el disfrutador nocturno. Nos cambiamos, nos pusimos monas, y taconazo en pie, y cámara pequeña en mano, comenzamos nuestro itinerario "Night Fever". Nos fuimos de vinos por el Barrio del Carmen, y luego de copas por San Bernardo.
No pudimos trasnochar mucho, ya que la mañana se nos iba a hacer muy corta, queríamos ver el Museo del Pueblo Asturiano, antes de nuestro broche final que habría de ser en el imponente Talasoponiente. Me encanta la filosofía de este centro que considera fundamental y curativos los elementos marinos para proporcionar bienestar al organismo.
Pero debíamos dejar ya de volar por Gijón, y volver a donde estábamos, volando en globo por Sevilla.
A punto de volar con LalaViajera