Levantado. Ayer anduve vagando en mis adentros toda la
noche. Me sumergí en pensamientos hondos, sin interactuar. ¿Me castigué? Ahora
creo que me premié.
Hay que quererse lo suficiente como para no castrarse las
intenciones de concreción. Me querré. ¿Me querré? Va cambiando según el
momento, pero se afianza cierta simpatía por el amor propio. Después llega por
decantación el otro, el que se anima a dar sin más deseo que brindarle algo de
bienestar a quien queramos. Amor incondicional, así juego a entregarme. En su
completitud. Defensas altas.
¿Tengo algo para decirme que no sea insulto? En la operancia
sistémica está la virtud de pertenecer a los que simplifican los hechos para
llegar a su placer personal.
Las otras son cruzadas desprotagonizadas por los
inentendidos de siempre.
La vuelta al ruedo lleva su esfuerzo y dedicación. Lo que
quiera, lo tengo.
Escribo para trascender. Ejercito para estabilizar.
No hay rollo con el presente, se acontece lo subsiguiente a
la tranquilidad, y estoy afectado sólo por la sucesión de motores renovadores
de entusiasmo.
Relajo la excitación. Más bien veo menos que lo que la
experiencia me posibilita. Con ser conciente alcanza.