Ya hace un par de años, no acabé de comprender tanto revuelo con el anterior trabajo de Flying Lotus, Cosmogramma, disco agresivo rozando la cacofonía, al que no hay que negar su condición de tratado del caos, pero al que sí que le discutiría una condición más influyente que esa. Se ve que, pasados los años, la gente aún no parece comprender la broma que fue Metal machine music, disco del que he pensado, por una parte leer su reseña en la valiosísima www. allmusic. com y, por otra parte, confeccionar un collage con la hipotética cara de los fans de Reed poniendo ilusionados el vinilo en el plato a la espera de ser mecidos por himnos como los de Transformer, y encontrándose eso. Pero aquí yo no voy a dejar de respetar al creador que arriesga. Las canciones de Cosmogramma seguro que no fueron diseñadas para ponérselo fácil al oyente.Tampoco lo son las de este Until the quiet comes, canciones sencillas. Bueno, decirles canciones ya lo encuentro algo osado. Digamos que es música que cambia ligeramente de ritmo y tono entre silencio y silencio. Parece ser que una primera toma de este disco circulaba en una sola pista sin pausas entre canciones. Flying lotus juega con texturas completamente quebradas y alteradas, superpone capas, y a mí me sigue pareciendo curioso que muchos críticos no mencionen el drum'n'bass al hablar de este disco pues a mí, sobre todo en los momentos pausados, no deja de recordarme a LTJ Bukem. Cuando acelera todo puede interpretarse más abiertamente. Lo que no sé es el motivo por el cual algunos temas instrumentales sufren de la irrupción de voces aquí: ni hacían falta ni aportan nada. Por no hablar de las palmas (algunas, sacrilegio, aflamencadas) recurso que resulta tan fuera de lugar que me hace dudar de las intenciones del autor. Las instrumentales están bien, si pensamos en términos de abstracción más que en melodías y estructuras clásicas. Habría que ver qué pasa con los números vocales, a los que tótems como Erykah Badu o el mismo Thom Yorke no aportan un motivo de presencia, ya no digamos esas cantantes a la Stereolab. Agradable que los temas sean cortos y que no incidan en su mensaje más de lo debido. No lo digo con mala baba: lo digo porque ciertos ritmos desquiciantes y ciertos parones introspectivos son mejor disfrutados en sus justas dosis. Un disco paradigmático de lo que puede ser el constante desencuentro entre cierto tipo de público y cierto tipo de crítica. Un perfecto ejemplo, oigan, para reunirse y establecer acuerdos de mínimos.
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Por cierto: sobre la reseña de Lou Reed en Allmusic. Dice el crítico: "Difícil decir lo que Lou Reed tenía en la cabeza cuando grabó Metal machine music, y Reed ha hecho poco por aclarar el tema a lo largo de los años, aunque lo resumió enfáticamente en una entrevista en la que dijo "cualquiera que llegue a la cara 4 es más tonto de lo que yo soy". Bien, para que conste, yo llegué a la cara 4. Pero me pagan por ello"