No es fácil para un directivo mantener su nivel de efectividad. Conforme su posición se va consolidando las responsabilidades y las demandas del entorno crecen es posible que caiga en las manos del estrés del poder, uno de los mayores enemigos para la motivación y el arranque iniciales.
El estrés del poder reduce todo ese optimismo y esa motivación iniciales. Somete a las personas a un desgaste que se traduce en cansancio mental, agotamiento físico, extenuación y pérdida de la eficacia. Por si fuera poco, todas estas emociones las transmitimos por contagio a las personas de nuestro entorno, lo que genera un impacto añadido muy disonante sobre nuestras relaciones profesionales y personales.
El resultado es lo que Richard Boyatzis llama el síndrome de sacrificio. Nuestra necesidad de defendernos de la presión y de los problemas no lleva a adoptar estrategias que tienen un impacto muy destructivo desde el punto de vista físico, emocional, mental y espiritual.
Dado que el síndrome del sacrificio es un proceso de desgaste, Boyatzis considera que sólo lo podemos combatir mediante procesos de renovación. Los procesos de renovación son aquellos que nos ayudan a reconectar con nosotros mismos y con las cosas que nos inspiran y potencian nuestras mejores cualidades desde la práctica de la plena conciencia, la esperanza y la compasión.
La plena conciencia es un estado de reflexión y apertura que nos permite conectar con nosotros mismos, con los demás y con nuestra realidad. Es un ejercicio de atención constante por el que nos damos tiempo para conectar con nosotros mismos y con nuestras necesidades.
La esperanza es un sentimiento que se experimenta cuando un futuro se considera posible y atractivo. Nos ayuda a afrontar el futuro con optimismo y con valor, pues nos da energía y fortaleza.
Finalmente, la compasión es el resultado de la empatía, un aspecto fundamental de la experiencia humana cuyo ejercicio contrarresta los efectos negativos del estrés.
Plena atención, esperanza y compasión son tres experiencias que contrarrestan el daño fisiológico y psicológico que causa el estrés del poder. Todos ellos incrementan la resistencia física y psíquica ante las dificultades y son un buen antídoto para el desgaste asociado a nuestras responsabilidades como directivos. ¿Por qué no intentarlo?
NOTAS
Si está interesado en las distinciones del estrés del poder y del sindrome del sacrificio puede consultar Líder Emocional, de Richard Boyatzis, Annie McKee y Frances Johnston. Está publicado en castellano por Deusto.