Revista Cine
A decir de los reportes que leí mientras duró el Festival de Venecia 2013, fue una sorpresa que el tercer largometraje del multi-premiado especialista Gianfranco Rosi (El Sicario: Room 164, 2010) ganara el León de Oro. Como no he visto el resto de la competencia oficial, no puedo objetar la decisión del jurado, presidido por Bernardo Bertolucci. En todo caso, no resisto dejar caer la inevitable pregunta: ¿de verdad no había algo mejor? Y eso que, lo aclaro de una vez, Sacro GRA (Italia-Francia, 2013) no carece nunca de interés pero, por lo menos desde esta atalaya, sospecho que se podría haber elegido algo más logrado y propositivo.
La Sacro GRA del título -"la sagrada GRA", pues- es una suerte de periférico que rodea a la milenaria Roma, una carretera de más de 60 km que "encierra" la ciudad de los Césares. Durante dos años, Rosi filmó el ecosistema que rodea a la GRA, a la gente que habita alrededor de ella -ricos, pobres, clasemedieros, nobles venidos a menos, inmigrantes- y, luego de reunir más de 20 horas de grabación, él y su editor Jacopo Quadri condensaron todas estas vistas en una cinta que apenas pasa los 90 minutos.
Así pues, sin voz en off de ninguna especie, Rosi -él mismo maneja la cámara- nos muestra las vidas de un anacrónico pescador de anguilas que aún consigue su sustento del Río Tíber, un Príncipe que vive excéntricamente en su castillo que renta para fiestas y fotonovelas, un solitario entomólogo que está investigando una plaga que está asolando las palmas sembradas a lo largo de la GRA, un padre y una hija -gente de abolengo venida a menos- que sobreviven en un Pichonavit italiano, una familia de inmigrantes ecuatorianos que se van los fines de semana a reventarse una cumbia en alguna plaza romana, un cálido paramédico que habla con su mujer por Skype y visita a su anciana mamá enferma, un par de muchachas que bailan en el peor bar y table dance del condado, y hasta un grupo de prostitutas que cantan con enjundia "Piel Morena" de Talía -hasta donde llega Televisa, me cae- antes de agenciarse un cliente.
Estos retazos de vida no dejan nunca de ser interesantes, insisto, peor tampoco resultan particularmente notables, pues Rosi ha elegido un tono distanciado que evita profundizar más en las vidas de cada uno de estos personajes. Más bien, de estas personas. De cualquier forma, es una película que vale mucho la pena revisar. Un rostro de Roma que, por lo menos cinematográficamente hablando, no resulta muy familiar. Obliga que Ambulante 2014 la elija como parte de su selección.