Peter Sagan cerró una temporada de Clásicas para el olvido. La nueva joya del Tinkoff-Saxo y promesa del deporte pedal deberá batir adversarios ajenos y propios para resarcir unos meses de olvido.
El equipo ruso Tinkoff-Saxo ha realizado una inversión más que significativa para quedarse con los servicios de quien hasta hace poco era, de modo indiscutido, la mejor baza del futuro del ciclismo. Un contrato de 3 años por 4 millones de € / año con el propósito de atar al eslovaco de solo 25 años, ganador de Gent-Wevelgem (2013), Harelbeke (2014) y la malla verde del Tour de France (2012, 2013, 2014). ¿Alguien podía haber propuesto lo contrario?
A pesar de que la respuesta parezca obvia y la pregunta nimia, el comienzo de la temporada ciclista 2015 ha dejado multitud de artículos de opinión, desde los distintos rincones del globo, criticando el estado de forma de Sagan. Algunos han llegado no sólo a preguntarse sobre las razones de esta situación sino también sopesar el acierto de Tinkoff-Saxo al hacerse de sus servicios.
El comienzo del 2015 no ha sido el mejor para Sagan. Las cosas como son. Sin victorias de etapa en las competiciones preparatorias de Qatar y Omán -vencido unas veces por Alexander Kristoff, otras por José J. Rojas, Fabian Cancellara o Andrea Guardini-, fue 31º en Strade Bianche -a 5’13” del ganador-, 4º en la Milán-San Remo, 30º en la Harelbeke -a 1′ 14” del ganador- y 10º en Gent-Wevelgem -a 6′ 54” del primero en cruzar meta-. Es decir, el podio ni olerlo -ni hablar de la victoria-.
Lo alarmante no fue la posición que Sagan consiguió en cada una de estas competiciones -donde contó a favor con las ausencias de rivales de la talla de Cancellara y Tom Boonen- sino la forma que demostró en algunas de ellas. Su notable y preocupante abatimiento en los km finales de Harelbeke, claramente vencido por Thomas Geraint y Zdenek Stybar -donde pasó de pelear la victoria a quedar fuera del top-ten- así como la displicencia y escueto protagonismo en la posterior Gent-Wevelgem -donde se mantuvo en el pelotón mientras otros disputaban el desenlace de la carrera- fueron sin duda dos momentos preocupantes.
A pesar de ello, para entonces aún era idóneo preguntarse si esto se debía a que Sagan aún desandaba los inicios de su plan de temporada. Había afirmado a comienzos del año que iría por las Clásicas, pero aún quedaba tiempo para dos de las más deseadas: Tour de Flandes y París-Roubaix. Si el rumbo de los éxitos viraba su trayectoria, la inferioridad del joven eslovaco con respecto a Kristoff, Thomas o Stybar persistiría en la memoria como algo circunstancial. Los más que probables cambios en el entrenamiento ocasionados por su migración a Tinkoff-Saxo, era otra variable a tener en cuenta.
Sin embargo, el destino y la fortuna siguieron su rumbo. Un accidentado Tour de Flandes vio a Sagan cruzar 4to la meta, pero una vez más no fue la posición final sino la forma… Su caza -junto a Greg Van Avermaet- de Niki Terpstra y quien sería el ganador, Alexander Kristoff, confirmó que a la joya del Tinkoff-Saxo le faltaba más de un golpe de pedal para estar en la cima.
París-Roubaix fue más de lo mismo. Más que una balsa en el océano primaveral fue una bolsa de piedras. El eslovaco tuvo tibio protagonismo a lo largo de la jornada y al momento de definiciones lo intento aunque sin éxito. Junto a Sep Vanmarcke y Lars Boom probó suerte pero aquel sería el Paris-Roubaix de un John Degenkolb intratable. A 6 km de meta el alemán hizo cabeza de carrera e imprimió un ritmo que hizo daño mientras Sagan oía el murmullo de los imponderables: pinchadura de rueda trasera que lo obligaría a cambiar bicicleta y perder contacto con quienes resolverían la jornada. Cruzó meta en la posición 23. Después… después el descanso hasta el Tour de California en mayo, ya pasada la primavera.
Tras las Clásicas repica una pregunta: ¿Sagan intentará reeditar su hegemonía verde en el Tour de France? Ya comentamos en otro lugar la dudosa plausibilidad de esta decisión considerando los objetivos de temporada del jefe de filas del equipo ruso, Alberto Contador. También es cierto que tras el pobre desempeño en las Clásicas, el Tour puede hacer que éste no sea un año tan funesto para el eslovaco.
Desde El Pedal siempre hemos sostenido que Sagan es uno de los siete u ocho corredores que harán historia grande en los años venideros del ciclismo -junto a Nairo Quintana o Michal Kwiatkowski, entre otros-. También es cierto que en el máximo nivel de competencia pedal nadie regala nada. Algo menos que un suspiro separa el Olimpo del polvo en un mundo donde centenares de profesionales se preparan los 365 días del año para dar lo máximo. Eso es el ciclismo y esa es la clave de la serenidad -si no, pregunten a Bjarne Riis, apartado de la dirección del Tinkoff-Saxo en plena temporada de Clásicas-.
Este abril de 2015 hablamos de la excelente primavera de Alexander Kristoff y de la esforzada y victoriosa segunda juventud de Alejandro Valverde, también de los errores de Etixx-Quick Step en las Clásicas y del merecido resarcimiento de Geraint Thomas con la victoria. En el pasado nos llenamos de palabras en virtud de los logros del joven Sagan y la lógica insinúa que volveremos a hacerlo. Eso sí, lo sucedido en estos primeros meses de la temporada 2015 demuestra que los laureles deben defenderse día a día arriba de la bicicleta. La razón no es heroica ni de perogrullo, sino sencillamente descarnada y visceral: sobran pretendientes a la victoria.
Tras la temporada de Clásicas 2015 Sagan ya sabe que el adversario está simultáneamente en uno y en el otro. En las decenas de pretendientes que entrenan horas y horas para quitarte lo tuyo así como en la cabeza y la preparación personal. No hay descanso, no hay tiempo para fotografías ni poses demodé, sólo pedalear, aunque tengas -o quizás porque tengas- apenas 25 primaveras.