Miles de personas salieron ayer a las calles de distintas ciudades del Estado español , convocadas por la Coordinadora de Acciones Solidarias con el Sáhara, para denunciar la actitud fascista, intolerante y violenta que Marruecos ejerce sobre la población saharaui. El Gobierno de Mohamed VI es culpable de actos repudiables, como los llevados a cabo el pasado lunes en el Campamento de la Dignidad, en El Aaiún, que deberían ser perseguidos y juzgados por un Tribunal Internacional de Derechos Humanos. Sin embargo, no podemos engañarnos. La prepotencia de Marruecos y la masacre que está perpetrando contras la población saharaui es una realidad porque cuenta con la complicidad activa, entre otros, de Estados Unidos, Francia y España. Ahora sabemos, gracias al diario Público, que Rodríguez Zapatero ha impuesto en la Ejecutiva del PSOE un discurso vergonzoso y vergonzante ante la agresión que sufre el pueblo saharaui. Entre los principios y los intereses, el presidente del Gobierno español se queda con los segundos y antes que condenar lo ocurrido prefiere lamentar. No se trata de cautela, ni moderación. Es rendición ante el poder del fuerte y dar la espalda al dédil.
Así, mientras Rodríguez Zapatero hace footing con David Cameron, en Seúl, aprovechando una cumbre del G-20, El Aaiún es un auténtico polvorín, que el que el PSOE asume, sometiéndose a la barbarie de un monarca feudal, que actúa con mano de hierro contra un pueblo expulsado de su territorio, perseguido y acorralado por un dictador, que ordena un ataque indiscriminiado a dos horas de avión de Madrid, sin que nadie sea capaz de llamarle asesino. Marruecos incumple las resoluciones de la ONU, viola sistemáticamente los derechos humanos del pueblo saharaui, le niega el derecho de autodeterminación, roba sus recursos naturales y lo hace, además, ante los ojos de una Comunidad Internacional, que se arrodilla ante Mohamed VI, pero es beligerante con Cuba, Venezuela o Bolivia, por poner sólo tres ejemplos. Claro que con Marruecos hay un juego de intereses diplomáticos y comerciales, que bien valen vender el alma al diablo. Basta con escuchar a Zapatero.