La explotación de Marruecos en el Sáhara Occidental apesta tanto que el mal olor ya es inaguantable para algunos en Europa. No obstante, después que el bloque le dio cuerda a la monarquía de Rabat, esta no quiere que le recojan ni una pulgada del cordel. Por ello, se rehúsa a que le cuestionen sus buenos negocios con el grupo de los 27.
Recientemente, Rabat rechazó la visita de un grupo de europarlamentarios al Sáhara Occidental, que tiene como objetivo verificar si el acuerdo pesquero del país magrebí con la UE es «legal» y está beneficiando a ese territorio ocupado.
Luego de varios meses sin decir una palabra, finalmente Marruecos dio su respuesta: ¡No!, el momento «no es oportuno». Nada nuevo. Era de esperarse la contesta, sobre todo cuando se le trata de cuestionar al Rey Mohamed VI uno de sus negocios favoritos que tanto apoyo político europeo le ha garantizado para negar la independencia al Sahara.
El cuestionamiento está en el candelero desde finales de 2009, cuando se supo de informe elaborado por los Servicios Legales del PE que estuvo en secreto durante seis meses, y cuyas conclusiones apuntaban a que Europa y el reino alaui explotan los recursos pesqueros de esa nación del norte de África. Una flagrante violación al Derecho Internacional, pues un tercer país, Marruecos, se está apropiando de los recursos de otro en proceso de descolonización. Rabat vende a la UE lo que no es suyo y le usurpa a su vecino.
A pesar del dictamen, los barcos europeos —principalmente españoles— continúan faenando en los mares saharauis, mientras Marruecos se echa en sus bolsillos la sustanciosa suma de 36,1 millones de euros, sin tan siquiera destinar un centavo a mejorar las condiciones de vida de un pueblo ocupado hace 35 años. Pero la pregunta que debieron hacerse los juristas del PE no es si Marruecos invierte en su colonia o deja de hacerlo, sino hasta cuándo la UE va a seguir comprando mercancía robada, en lugar de exigir con sinceridad y sin falsa retórica la independencia de ese territorio ocupado desde 1975.
Hasta el momento la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la UE y una fiel defensora del convenio, no ha podido sacar debajo de la manga ninguna prueba de que el pueblo saharaui haya estado de acuerdo con la explotación de sus recursos, ni que le hayan consultado una letra sobre el dichoso acuerdo, firmado en 2006.
Ante la presión, e incluso el viraje de algunos europarlamentarios, la Comisión de Pesca pidió a Rabat información sobre el impacto socio-económico del acuerdo pesquero en las poblaciones del Sahara y advirtió que esos datos influirán en las decisiones de Bruselas a la hora de renovar el convenio, lo cual está previsto para finales de este año o inicios de 2011.
Por el momento, Marruecos hace mutis, a pesar de que el plazo para hacerlo era el primer trimestre del año en curso. Y está claro que si decide contestar, soltará el reiterado NO, o una sarta de mentiras.
No se trata solo de un coste económico, sino también político. A cambio de tener sus mercados llenos de pargos, atunes y langostas, la UE tiene mano floja con Marruecos a pesar de que dice ser partidaria de acabar con el sufrimiento en el Sahara.
Pero a la UE no le preocupa que esa nación siga siendo una colonia, sino que la metrópoli disponga del motín, a los ojos de todos, y no dé tan siquiera una migaja a los dueños de las riquezas con las que se negocia. Quizá si los movimientos sociales y organismos humanitarios, principalmente en España —presidenta de turno de los 27— no ejercieran tanta presión y las pruebas de la fechoría no fueran tan evidentes, el acuerdo pesquero seguiría tan bien escondido en el gavetero como hasta hace meses.
Foto de portada: http://iuzaragozaorg.wordpress.com/