Revista África

Sáhara Occidental: una descolonización pendiente

Por Jorge Luis Rodríguez González

Ganar tiempo. Esa ha sido la estrategia que durante más de 30 años ha empleado el reino de Marruecos para mantener su ilegal ocupación del territorio saharauí. Simulaciones políticas y discursos demagógicos han sido el jamo del que siempre ha echado mano Mohamed VI para sentarse a una mesa de negociaciones con el Frente POLISARIO, presumiendo de querer «solucionar» el enquistado conflicto en la nación del noroeste de África.
En agosto, ambas partes se reunieron en Dürnstein, cerca de Viena, la capital austriaca, para «desbloquear» unas negociaciones en punto muerto sobre el futuro estatus del único país africano aún por descolonizar.
El encuentro, celebrado en secreto y lejos del fisgoneo de la prensa, responde a la iniciativa del enviado especial de la ONU, Christopher Ross, de entablar reuniones informales que alimenten la voluntad de volver a otra ronda, luego de que el cuarto intento fracasó 19 meses atrás, debido a la falta de voluntad política de Marruecos para entablar un diálogo que —si Rabat no hace oídos sordos al Derecho Internacional— solo puede derivar en la definitiva independencia de ese pueblo.
La gasolina que ha puesto fin a la inercia en el asunto es la presunta posición del presidente estadounidense, Barack Obama, a favor de la solución del conflicto según la legalidad internacional y el papel de la ONU, lo cual le pone el terreno escabroso al reino, que contó con el total apoyo de la administración de George W. Bush.
Marruecos ostenta varias prebendas: la de haber sido reconocido en 2004 por Washington como su «aliado extra OTAN» en la región, y la de convertirse en el primer país africano en tener con EE.UU. un Tratado de Libre Comercio.
Pero ahora las autoridades de Rabat se encuentran bastante intranquilas desde la última «indirecta» de Obama: en una carta de agradecimiento a Mohamed VI como respuesta a las felicitaciones que este le envió con motivo de la fiesta nacional de EE.UU. —el 4 de julio—, el inquilino de la Casa Blanca «olvidó» alabar la oferta marroquí de un régimen de autonomía para el Sahara Occidental, aunque puntualizó que Washington trabajaría con Rabat y otros «para llegar a una solución que responda a las necesidades de las poblaciones, en materia de gobierno transparente, confianza en el Estado de Derecho y una administración de justicia equitativa».
Bueno, bueno, calma: Es verdad que Obama no celebró las pretensiones anexionistas de Marruecos, pero tampoco las criticó. Y quien calla…
Nada novedoso trascendió de la cita en Viena. Fuentes diplomáticas solo hablaron de contactos «preparatorios e informales», y que hubo un compromiso para «continuar las negociaciones cuanto antes», tal vez antes de fin de año, pero no se precisó si sería para verse las caras nuevamente de manera informal, o si se pondría sobre el tapete alguna propuesta concreta.
Rabat, para quien espere maravillas, no está dispuesto a ceder y aún se mantiene aferrado a su propuesta colonizadora. Mientras, con toda justicia, el Frente POLISARIO exige un referéndum que reconozca el derecho del pueblo saharauí a votar por su independencia.
El reclamo del movimiento independentista saharauí es punto clave de una propuesta de la ONU, denominada Plan Baker II. La iniciativa del entonces mediador James Baker —ex secretario de Estado norteamericano—, establecía un período de autonomía de entre cuatro y cinco años para el Sahara Occidental bajo jurisdicción marroquí. Después se celebraría un referéndum de autodeterminación, en el que el pueblo saharauí decidiría si el territorio seguiría anexado a Marruecos o se convertiría en un país independiente.
Hasta el momento el POLISARIO ha respetado, tanto lo dispuesto por la ONU, como el alto el fuego con el país agresor en 1991. Sin embargo, Marruecos, temeroso de perder las dos terceras partes que ocupa del Sahara —la de mayores riquezas naturales, explotadas ilegalmente por la monarquía alauita—, dio la espalda a la resolución apoyada por el Consejo de Seguridad.
Aún Christopher Ross no revela su plan, aunque en los últimos tiempos el fantasma del Baker despierta como una posible jugada. Pero para Marruecos, cualquier idea sobre una consulta que incluya la opción de la independencia, es desde ya papel engavetado, a no ser que logre inflar, como ha intentado en innumerables ocasiones, el registro de votantes con el objetivo de obtener un resultado favorable: el Sahara Occidental como una provincia autónoma marroquí, o la definitiva anexión.
Al respecto, el reino no acepta el viejo censo, elaborado por las autoridades coloniales españolas y que recoge la cantidad de ciudadanos que realmente tienen derecho a decidir por el destino de su país. En cambio, pretende que el electorado incluya a sus colonos, «inyectados» en el territorio vecino en su intento de diluir la identidad nacional saharauí.
Hasta hoy, la descolonización del Sahara sigue en el mismo metro de la carretera… Y un verdadero plan de pacificación, pensado en Viena o en cualquier otro lugar, no deberá renunciar a un referéndum limpio, que reconozca el derecho a la independencia.
La «tajada» de Marruecos
El Sahara Occidental (también denominado Sahara Español), estuvo muy pronto entre los apetitos de Marruecos, que se emancipó de Francia y España en 1956. Así, mientras la dictadura franquista colapsaba en 1975, el rey Hassan II organizó la llamada «marcha verde», una verdadera invasión de 350 000 marroquíes pobres, acompañados por una considerable parafernalia militar y empujados a ocupar los territorios del sur: el Sahara Occidental, del que se retiraría Madrid al año siguiente.
Cuando España se marchó, en vez de garantizar la independencia del territorio, lo dejó a merced de Marruecos y Mauritania, que corrieron a coger su tajada. En reacción, el 27 de febrero de 1976, un día después de la retirada española, los saharauíes fundaron la República Árabe Saharauí Democrática (RASD) e iniciaron su lucha de liberación nacional.
Particularmente Mauritania renunció en 1979 a toda aspiración anexionista, frente a la firme resistencia militar que presentó la población nativa, dirigida por el patriótico Frente POLISARIO. Pero el régimen marroquí no. Tanto Hassan II como su heredero, Mohammed VI, han insistido todos estos años en la «marroquinidad» de las «provincias del sur», y han empleado su superioridad militar para intentar aplastar los reclamos saharauíes.
Ante la imposibilidad de lograrlo, en 1991 Rabat acordó con el POLISARIO, bajo el auspicio de la ONU, realizar un referéndum en 1992 sobre la autodeterminación. Pero la monarquía alauita lo bloqueó. El Plan Baker vio la luz diez años después, pero ha sido obstaculizado por los mismos de siempre.
Hoy el territorio está dividido de arriba abajo por un muro levantado por Marruecos. Al este, gobierna el POLISARIO; al oeste, en la mayor parte, las fuerzas ocupantes marroquíes. Más de 200 000 saharauíes viven la tragedia del desarraigo en campamentos de la región argelina de Tinduf.
En el interior del país, no obstante, la resistencia no cesa, como tampoco la represión, que ha dejado un saldo de unos 650 saharauíes muertos o desaparecidos. No es extraña la tortura, sino que las brutales palizas o la aplicación de horribles métodos, envidia de Pinochet o Stroessner, son práctica corriente. Y la triste Cárcel Negra de El Aaiún, resume la «consideración» hacia los independentistas: ¡siete celdas para más de 550 personas!
¡A pescar!, dijo el rey
Marruecos convida a Europa a un festín, y ella se sienta a la mesa. Hay calamares, sardinas, atunes, tiburones, merluzas, anchoas... Europa traga, y paga la cuenta. Pero el camarero es ladrón: lo que ha servido se lo ha robado a otro… Al Sahara Occidental.
El Acuerdo de Pesca entre Marruecos y la Unión Europea, vigente desde 2007 hasta 2012, tiene esa salsa: que Rabat, al que la ONU no le reconoce estatus de potencia administradora ni mucho menos, entrega los recursos pesqueros de los saharauíes en el Atlántico a cambio de 36 millones de euros anuales.
Y la UE, ¿sabe dónde está pescando? ¿Sabe que es ilegal? ¡Desde luego! Pero hace mutis. En su artículo 11, el Acuerdo estipula que los buques de 11 países de la UE podrán faenar «en las aguas bajo jurisdicción marroquí», y claro, nadie se hace plastilina los sesos averiguando qué área es marroquí y cuál no lo es. Sencillamente, ¡a pescar donde el rey Mohammed lo permita!, según consta en los límites geográficos referidos en un apéndice del tratado, y que implica zonas al sur, fuera de las fronteras reconocidas a Marruecos.
Aquí es España la que se lleva el gato —¡o el pargo!— al agua, pues la mayor cantidad de buques los aportará ese país, seguido, pero muy de lejos, por Portugal, Francia y otros. Y es Madrid quien, además, tiene la mayor cantidad de licencias de pesca expedidas hasta el momento: el 80 por ciento.
Ahora son peces. Pero también es el petróleo, es el gas, y son los fosfatos, que sirven lo mismo para producir fertilizantes que pegamento para trabajos dentales (se calcula una reserva de 1 130 millones de metros cúbicos de roca fosfática). Simplemente vergonzoso. Hasta que no se haga justicia, un pueblo que puede ser rico, seguirá en la pobreza y dependiendo de la ayuda internacional.
Será así hasta que los saharauíes puedan sacudirse la sanguijuela.
*La realización de este trabajo la compartí con mi colega Luis Luque Álvarez, especialista en temas europeos del diario Juventud Rebelde


Volver a la Portada de Logo Paperblog