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Saladino recupera Jerusalén

Por Manu Perez @revistadehisto

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Saladino recupera Jerusalén

Saladino recupera Jerusalén

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Desde finales del s. xi, todo el siglo el s. xii, y hasta el xiii, posiblemente el mayor hecho histórico de la época fueron Las Cruzadas, aunque en siglos posteriores se produjeron cruzadas menores.

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De todas las cruzadas que se produjeron en Tierra Santa, posiblemente las más importantes fueron las tres primeras y si hubiera que hablar de ellas de la manera más breve posible, se podría decir que su resultado fue: victoria cristiana, victoria musulmana y un empate. En lo que se refiere a la Tercera Cruzada, Saladino dio el primer golpe para su inicio en el 1187.

Saladino recupera Jerusalén

En Tierra Santa, no podía haber lugar más sagrado tanto para la cristiandad como para el mundo musulmán como lo era la ciudad de Jerusalén. En la Primera Cruzada, los ejércitos cruzados al mando de Godofredo de Bouillón lograron conquistar la ciudad santa en el 1099, encontraron la reliquia de la Vera Cruz y además alzaron una enorme cruz cristiana sobre la cúpula de la Roca.

Tras casi un siglo de control y de ocupación por los cruzados de Jerusalén, los musulmanes se tomarían la revancha en lo que se refiere a recuperar la ciudad Sagrada. Lo conseguirían a comienzos de octubre. Si la toma de Jerusalén en la Primera Cruzada había sido llevada a cabo por un hombre extraordinario como lo era Godofredo, la recuperación por parte de los seguidores de Alá tenía que estar en manos de otro hombre magnífico. Este hombre era Saladino.

La vida de Saladino es propia de un héroe de leyenda que comienza siendo el hijo de un mercenario para acabar reuniendo un imperio bajo su poder conformado por Iraq, Egipto, Arabia y Siria. Curiosamente, la imagen de Saladino mereció una visión muy positiva por parte de la cristiandad tras la Tercera Cruzada, calificándolo como un hombre caballeroso, honorable, justo y valiente.

En el 1174, tras morir el gobernador de Siria, Nur al-Din, Saladino, que había sido su subordinado, ocupó su lugar, cuando también era ya el sultán de Egipto. Tras solucionar estas disputas internas, decidió concentrar todas sus fuerzas en pelear contra los cristianos cruzados, pero esto no sería efectivo hasta 1187.

Fue en este año cuando Saladino se dispuso a luchar contra los ejércitos francos para cumplir así su propósito de yihad y en el mes de abril comenzó a actuar lanzando sus ataques. Sin embargo, el verdadero choque entre sus huestes y los ejércitos cristianos se produjo cerca del mar de Galilea a comienzos de julio de ese año. La batalla ha pasado a la historia como “La Batalla de Hattin”.

En estos barrancos, Saladino, con sus hombres, logró acorralar a los ejércitos cristianos y en la mañana del 4 de julio atacó. La victoria de Saladino fue aplastante, aunque el final de la batalla no llegó hasta un enfrentamiento directo entre la guardia del sultán y las tropas de las que disponía el líder cristiano, Guido, rey de Jerusalén, que perecieron en esta carga, pero no su jefe, que fue hecho prisionero por el propio Saladino, lo mismo que muchos nobles cristianos. El que sí pereció en el combate fue el obispo de Acre, pero lo peor para los cristianos era que este hombre portaba la reliquia de la Vera Cruz y su pérdida fue un duro golpe para la cristiandad.

A partir de ese momento, ya apenas quedaban fuerzas cristianas para presentar batalla a Saladino, que no fueran las que había en las plazas defensivas entre su posición y  Jerusalén. Sin embargo, el líder de la yihad no se lanzó rápidamente hacia la Ciudad Sagrada sino que avanzó lenta e inexorablemente hacia ella sin que nadie lograra detenerlo a su paso.

Tras Hattin, Saladino dedicó aquel verano a ir conquistando ciudades y fortalezas cristinas como Tiberiades o Acre, aunque no logró ocupar Tiro. La fortaleza de Ascalón opuso una resistencia mucho más tenaz, pero tampoco pudo con el sultán de Egipto, que se hizo con el lugar tras un fuerte asedio. Después de eso, sitió Jerusalén, donde permitió que la esposa del rey Guido, la reina María, se marchara de la ciudad. Sin embargo, los sitiados que quedaron defendieron Jerusalén de forma enconada, pero finalmente abrieron las puertas a Saladino tras negociar.

Al contrario de lo que había sucedido con las tornas cambiadas cuando los cruzados conquistaron Jerusalén casi un siglo antes, Saladino prefirió ser misericordioso y permitió que los cristianos abandonaran la ciudad y el sultán entró en ella el día 2 de octubre, recuperándola para el islam y restituyendo su fe en ella.

Saladino hizo propaganda de su triunfo cuando quitó la cruz cristiana de la cúpula de la Roca al asentarse en Jerusalén, aunque respetó el lugar donde se hallaba el Santo Sepulcro.

Lo sucedido en Jerusalén y en Hattin anteriormente llegó a Occidente y el Papa Gregorio VIII promulgó una bula y llamó de nuevo a los caballeros cristianos para que emprendieran una nueva cruzada y se dirigieran a Jerusalén para reconquistar ese lugar sagrado. La llamada del Papa fue respondida mayoritariamente por los caballeros de Europa. El escenario para la Tercera Cruzada estaba preparado.

A Tierra Santa partió un nuevo contingente de tropas al mando del emperador Barbarroja, pero el que finalmente se enfrentaría a Saladino sería otro hombre extraordinario: Ricardo “Corazón de León”.

Autor: Danni Móstoles para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

RUNCIMAN, S.: Historia de las Cruzadas. Madrid: Alianza Editorial, 1973.

TYERMAN, C.: Las guerras de Dios. Una nueva historia de las cruzadas. Barcelona: Crítica, 2007.

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