Revista España

Salamanca, tierra de templos y castillos

Por Trotacamino

Salamanca

Vista de la ciudad de Salamanca (España)

No hace mucho tiempo que la ciudad de Salamanca es Patrimonio de la Humanidad y aún menos Capital Europea de la Cultura. Lugar barroco, con olor a incienso y frituras en las calles, de silencios medievales y alegrías estudiantiles, donde las piedras lloran en los días de lluvia, bien vale la pena detenerse en ella.

Pero el desocupado viajero, maravillado ante tanta maravilla, las más de las veces olvida viajar extramuros. Y hace mal, en Salamanca provincia, al curioso y al andarín, le espera dormida en los siglos la Ruta de los Conjuntos Históricos. Próximo a Cáceres, muy al sur, no más allá de los noventa kilómetros, en un pañuelo donde se seca el sudor la historia, está el mayor de estos conjuntos.

La Alberca es moza galana de rara belleza, de hechura combinada en mortero, madera y piedra, es destino de pintores de todas las épocas y estilos. Hasta el último de sus rincones ha sido retratado infinitamente en delicadas acuarelas o en óleos mayestáticos.

La Alberca

La Alberca

Tal es la belleza que imprime la luz a sus vetustas casas. Su Plaza Mayor, porticada, para muchos compite en mérito con la mismísima de Salamanca. Para el amante de la etnografía es buen refugio el Museo Albercano.

Vecinos a La Alberca están San Martín del Castañar y Mogarraz. El primero está subido a una peña que domina el río Francia. Allí han morado los hijos de mil y una civilizaciones; los romanos, entre otros muchos. Y en San Martín del Castañar encontramos por primera vez la combinación que caracteriza a la Ruta de los Conjuntos Históricos de la provincia de Salamanca: sus iglesias y castillos.

En las almenas y adarves de la fortaleza de San Martín aún resuenan para quien tenga buen oído los ruidos broncos de las batallas, la defensa de la fe propia, la contumacia para no ceder murallas y torres que muchos consideraron propias.

San Martín de Castañar

San Martín de Castañar

Mogarraz poco o nada tiene que envidiar a sus pueblos vecinos. Aquí asombra su arquitectura, como si de una judería se tratara. Inscripciones y blasones de glorias pasadas adornan callejuelas y pasadizos de su casco urbano.

De su sabia y estudiada estrechez arquitectónica. No es cosa grave despistarse por las calles de Mogarraz para toparse de nuevo con el mismo sitio; es más, es aconsejable perderse. En el día o en la noche, pues la tranquilidad del deambular obliga a exquisitos matices.

Mogarraz. Ermita del Humilladero.

Mogarraz. Ermita del Humilladero

Siguiendo ruta se llega a Sequeros, la atalaya de las Sierras de Francia y Béjar. Es el impacto del contraste si venimos de Mogarraz. Aquí es la expansión del espíritu, el mirar a lo infinito con el poso de lo recóndito. Mirando la serranía, siempre.

Sequeros

Sequeros

Sintiendo el aire límpido de la libertad que ofrece generosamente el paisaje agreste en la naturaleza. La arquitectura de Mogarraz, tampoco está a falta de méritos. Balcones de madera adosados a fachadas de mortero y piedra y, por último, el Santuario del Robledo.

Pero la Sierra salmantina de antiguo tuvo sus señores, los Condes de Miranda. Y la casa solariega de los dueños del condado, cómo no, hubo de ser castillo: el castillo de Miranda del Castañar. Lugar medieval donde los haya, Miranda del Castañar es mezcla de arquitectura serrana con torres y murallas del medievo con trazos gruesos de judería.

Miranda del Castañar

Miranda del Castañar

Mirando a la torre del homenaje de la fortificación condal está el campanario de la iglesia. No se sabe bien si como complemento de la primera, en esta tierra de templos y castillos, o para recordar al visitante lo perecedero de las obras humanas. Lugar fútil ahora y yo inmortal, parece decir la torre religiosa a la militar.

La villa ducal de Béjar es también plaza amurallada con su castillo. Domina la Sierra que le da nombre. Encaramada también en peña consiguió universal fama como ciudad industriosa cuna de maestros textiles. Su afamada Plaza Mayor fue lugar de cita para artesanos y compradores, en el trueque de mercaderías.

Así, de los telares de Béjar salieron los paños que vistieron y arroparon a unos y otros sin distinción. No debe olvidarse el explorador de la Sierra, al atardecer, visitar el Jardín Renacentista de Béjar.

Jardín romántico de Bejar

Jardín romántico de Bejar

Y ya por terminar la Ruta de los Conjuntos Históricos en el sur de Salamanca quedan Candelario y Montemayor del Río. El discurrir del agua por fuentes y regateras definen a la primera de las Villas como uno de los conjuntos más singulares de la zona.

Villa de Candelario

Villa de Candelario

Al llegar a la siguiente, nos recibe una atalaya dominada por la figura del castillo que defiende el transito por la Calzada Romana y la Cañada Real de la Plata, la fortaleza no es más que uno de los atractivos de gran belleza que nos remontará al pasado, del cual nos sentiremos más cerca al finalizar nuestro viaje.

Fortaleza Montemayor del Rio

Fortaleza Montemayor del Rio

“Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado” . Miguel de Cervantes.

 Autor: N/A


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