Revista Medio Ambiente
El pasado jueves, mientras recorríamos por la noche una carretera en Belerda (Casu, Asturies), encontramos nada menos que siete Salamandras rabilargas (Chioglossa lusitanica) que salían a alimentarse por el talud. Algunas caminaban lentamente entre el musgo mientras que otras aun permanecían escondidas en las cuevas que les servían de refugio.
Este pequeño urodelo es uno de los anfibios mas singulares de nuestra herpetofauna y un endemismo ibérico cuya distribución se restringe a Galicia, parte de Asturies y el norte de Portugal.
Las salamandras rabilargas prefieren sustratos silíceos, estando prácticamente ausentes en zonas de caliza. También necesitan una elevada humedad por lo que suelen aparecer en la proximidad de arroyos sobre suelos rocosos o arenoso y cubiertos de musgo.
Estas salamandras, como indica su nombre común, tienen una cola de una longitud desproporcionada respecto a su cuerpo, y al igual que ocurre con las lagartijas, tienen la capacidad de desprenderse de ella si un depredador las acosa, pudiendo regenerarla posteriormente. De esta forma, el depredador se quedará entretenido con la cola que seguirá moviéndose durante unos segundos mientras que la salamandra se escapa salvando la vida.