La histeria colectiva, el clima de fanatismo y de intransigencia religiosa o ideológica ha dado lugar a lo largo de la historia a episodios tristes y sórdidos como este, el de los enjuiciamientos por brujería en la localidad de Salem, cerca de Boston, donde entre 1692 y 1693 se celebraron varios procesos judiciales contra un importante número de vecinos de aquella localidad acusados de practicar brujería. Todo empezó con una denuncia por parte de dos niñas que, debido a que sufrieron una serie de problemas como espasmos, convulsiones, llanto o incoherencia en el habla, dijeron que habían sido embrujadas por algunas mujeres del lugar. Y señalaron a presuntas culpables de hacer esas prácticas. Un médico examinó a las afectadas y no apreció ningún problema de salud desde un punto de vista físico, por lo que se atribuyó el problema a la influencia del demonio. Algunos aprovecharon la credulidad del juez que admitió a trámite las denuncias para realizar sus propias venganzas personales. Y aumentaron los casos de brujería y de personas implicadas hasta llegar a un número importante de acusados, un total de 141. Veinte de ellos fueron ejecutados. El atraso y el fanatismo fueron los culpables y también las rencillas personales entre vecinos quienes vieron una buena oportunidad para desembarazarse de sus enemigos. En la historia siempre se han dado casos de este tipo, donde la intransigencia y el rigorismo religioso o político han sabido buscar culpables entre gente distinta por su fe, por su origen o por su comportamiento. También ha sido una manera muy útil desde el poder para crear un enemigo común, un chivo expiatorio al que se le responsabiliza de todos los males habidos y por haber y que se hace merecedor del odio colectivo. Se le suele denominar como "caza de brujas".
