Te sigue sorprendiendo, ¡Madre mía!
que el sol nunca levante por poniente,
y que nunca se acueste por naciente
ni se oculte al llegar el mediodía.
Conserva por tu bien esa manía.
Defiéndela con uñas y con dientes,
y haz que tus oídos sean tenientes
a quien diga que sólo es mimosería.
No debiera causarte cada día
tristeza el confirmar esa sorpresa.
Debiera ser motivo de alegría,