Una vez más desde la Guerra del Pacífico, las oportunidades que podrían enlazar a Bolivia y Chile y promover el bienestar de ambos países encuentran en su camino la falta de sensibilidad chilena a la demanda de un puerto boliviano en el Pacífico, hoy apoyada por una corte internacional sugestionada por la coyuntura geopolítica. Y es probable que esa pérdida de oportunidades se repita en el futuro, ya que la posición chilena respecto a Bolivia tiene como único objetivo la capitalización de su mediterraneidad.
En efecto; muy a pesar de haber cimentado su progreso económico en los depósitos bolivianos de nitrato y de haberse beneficiado de la mayor mina de cobre del mundo, Chuquicamata, que aún hoy alimenta el presupuesto de su Ejército, Chile ha convertido las adversidades de nuestra mediterraneidad en la palanca de desarrollo de Arica.
Sin el comercio boliviano y las ganancias que le significan a ese país el arancel sobre las mercancías bolivianas, el costo de los depósitos, el transporte, la infraestructura portuaria, el turismo y el mercado donde vende parte significativa de sus productos (a lo que hay que agregar en los últimos tiempos la creciente dependencia de Tacna), Arica sería muy probablemente una de las provincias más pobres del vecino país.
Sin duda los exportadores e importadores bolivianos no pueden sustituir en lo inmediato la infraestructura chilena por el puerto peruano de Ilo y Puerto Suárez, sobre el río Paraguay, de menor calidad por ahora. Pero esto no representa el fondo del problema. Muestra a distancia cuán equivocados estaban los estrategas bolivianos que pensaron en hacer de Arica una provincia dependiente de Bolivia y así mejorar nuestra posición negociadora. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario y creó una situación destinada a satisfacer ambiciones explotadoras que en su momento les parecieron disparatadas a los propios chilenos.
El principal problema y desafío de las exportaciones a través de Ilo y Puerto Suárez, las únicas opciones que no convierten la reivindicación marítima en un juego exclusivamente chileno, es de índole económico y consiste en apoyar la infraestructura caminera, portuaria y ferroviaria vinculada a puertos de salida diferentes a los chilenos. Para esto es necesario abrir líneas de financiamiento, elevar la tasa impositiva para todo producto que entre o salga por Chile, concentrar parte del presupuesto nacional en crear empleos y orientar las compras gubernamentales en ese sentido.
En su conjunto, estas medidas deben eliminar la diferencia en los costes de exportación y hacer más competitivos los productos bolivianos en mercados internacionales. Y no menos importante, deben apoyar un objetivo estratégico para el país: el que Chile no siga entorpeciendo la solución duradera del conflicto binacional porque necesita de nuestra mediterraneidad. Concretamente, no debemos permitir que la salida soberana al mar le represente a Chile, como todavía le representa ahora, una elevada pérdida en sus beneficios económicos.
FUENTE: La Razón