Revista Filosofía

Saliendo a respirar

Por David Porcel

Hoy el acceso al Bosque es más intrincado, o se halla más camuflado, con tanto ruido y tanta máscara, que se adhiere hasta casi confundirse con la piel. La piel tiene que respirar, oxigenarse, sacudirse de todo cuanto no es ella misma, y entonces empezar a sentir. La belleza de las cosas. Su luz. Por eso –en este tiempo saturado, empachado- es bueno practicar la mendicidad, y salir un poco a la intemperie, allí donde no hay colonias ni inyecciones. Es un tiempo virgen, abierto a la exploración. A veces, basta abrir la ventana y ponerse a mirar.

Saliendo a respirar

“La belleza del arte debe ser un misterio en sí misma. Jamás habrá otro Goya. ¿Volveré a tener un Gauguin tan cerca como aquel Nafé Faaipoipo sin dimensión? Ni manchistas ni manchadores, los macchiaioli. ¿Volverán? ¿Tendremos otro urinario de Duchamp? ¿Campos de color de Clyfford Still? ¿Pollock y sus chorretones? El arte deriva hacia un nihilismo terrible. Hace falta sensibilidad, mucha sensibilidad, la propia, la que surge del espíritu de cada uno, la que no está deformada por la ideología imperante, la publicidad a mansalva y las instituciones de adoctrinamiento. Tiempos difíciles, la insignificancia se alza al estatus de milagro. La trampa es muy fácil: cuando criticamos lo sincrónico es como si, al mismo tiempo, se hiciera un juicio malvado e injusto hacia lo transgresor. No es así. Nunca debería ser así.” (Rosa Moncayo, en https://www.elboomeran.com/rosa-moncayo/arte-o-enganifa/)


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