Autor | Javier Poveda
Artículo publicado en expansión con el título “Arquitectos, ¿qué está pasando?”
Desde hace unos meses se vienen sucediendo en distintos medios, noticias sobre la paupérrima situación de la profesión: los arquitectos tiran sus honorarios ante la falta de trabajo, o los arquitectos, uno de los colectivos con más paro, que indudablemente se debe a la falta de actividad. Pero sólo en primera instancia.
La caída en la actividad en el sector de los profesionales de la arquitectura ha repercutido no sólo en arquitectos, sino también en arquitectos técnicos (ingenieros de la edificación), ingenieros industriales dedicados a instalaciones en la edificación, ingenieros de caminos dedicados a estructuras de edificación y proyectos de urbanización, y a antiguos ingenieros de obras públicas.
Según datos del Observatorio de la Vivienda del Ministerio de Fomento de 2012 estamos en un PEM aproximado de unos 4.500 millones de euros anuales en cuanto a obra nueva, que es un volumen de negocio aproximado de unos 250 millones de euros al año. Relacionándolo con la población actual, salen entre 5.000€ y 6.000€ por cada 1.000 habitantes.
Nos encontramos en un estadio de actividad nula.
Un parámetro habitual para medir la actividad es el número de viviendas visadas y que se suele relacionar con el otro factor determinante: el número de arquitectos.
En la Propuesta para el futuro de los arquitectos de Gonzalo García, se cuantifica muy bien en un histórico desde 1970 a 2009, que en la estadística para el mercado interno es de entre 250.000 a 350.000 viviendas visadas al año. Eso significa, sobre una población actual de unos 60.000 arquitectos, aun recuperando una actividad normal, como bien apunta el artículo apenas salimos a unas 5 viviendas al año por arquitecto. Insostenible.
Éstos números de 1,2 arquitectos por cada mil arquitectos va creciendo y la estimación para 2020 es que, considerando los alumnos inscritos en las 32 Escuelas de Arquitectura que actualmente imparten la carrera en España (19 de ellas públicas y 13 privadas), seremos unos 80.000 arquitectos.
Seamos realistas. Una población de 47 millones de habitanes no es capaz de absorber más de 0,3 arquitectos por cada 1.000 habitantes y eso da un cómputo global de unos 15.000 arquitectos que se puedan dedicar como tal a hacer proyectos de arquitectura, direcciónes de obra y demás labor directamente relacionada. Eso se sabe ahora y se sabía antes. Como se sabe el número de médicos por cada 1.000 habitantes.
Al estudiante de arquitectura actual se le debe hacer saber que la sociedad española no puede absorber su actividad como arquitecto.
De acuerdo a ésta perspectiva de futuro, caben dos posibilidades: una, dedicarse uno a otros menesteres como el diseño de mobiliario, la consultoría inmobiliaria o incluso hay quien se recicla en diseñador de moda ; y dos, seguir trabajando como arquitecto pero ampliando el campo de trabajo, saliendo a mercados exteriores.
Yo, aun respetando la primera, quiero defender ésa segunda opción.
Nos formamos estudiando obras y proyectos de arquitectos de y en todas partes del mundo, utilizamos un lenguaje universal (el dibujo) que nos permite leer los dibujos y proyectos de otros arquitectos con los que no podríamos hablar por diferencia de idioma, los modelos matématicos de cálculo de estructuras son los mismos en oriente que en occidente…¿por qué hemos de circunscribirnos a trabajar en un mercado interno saturado?
Hasta aquí casi todos estamos de acuerdo, pero empiezan a aparecer las excusas.
Fuga de cerebros. Cada plaza universitaria pública cuesta unos 6.000€ al año aproximadamente, de los que cada alumno paga anualmente un 15% aproximadamente. Con la subida de tasas un poco más. En cualquier caso, el criterio a mi entender, es formar profesionales para que en un futuro puedan devolver a la sociedad en forma de conocimiento y actividad profesional, lo que la sociedad les ha dado vía formación universitaria.
Si formamos profesionales a los que mandamos a desarrollar su carrera profesional a empresas extranjeras, lógicamente no revierte lo que se ha invertido en ellos. Puede dar la sensación de que les estamos formando los arquitectos a Brasil. No parece una estrategia muy rentable.
El sistema universitario español no parece proclive a cerrar el cupo de alumnos en las Escuelas de Arquitectura, por lo que si la primera opción de formarlos y enviarlos a contribuir en el desarrollo de otros países no es rentable, mucho peor y es formarlos como arquitectos y que acaben trabajando de otra cosa distinta para la que no están formados y por tanto ese conocimiento se pierde. ¿Qué hacer?
La ecuación se resuelve fácil cuando las empresas de arquitecura exporten y se internacionalicen. Entonces, contrataremos arquitectos formados en nuestras escuelas, a los que expatriaremos a las delegaciones donde tengamos oficina para trabajar en proyectos internacionales, y seguirán tributando y cotizando en España. Expatriaríamos personal y repatriaríamos capital.
Internacionalizarnos ha pasado de ser una opción estratégica a una necesidad imperiosa.
El otro día presentaba su nuevo libro Josu Ugarte España está en crisis, el mundo no, y reflexionaba sobre la necesaria internacionalización de las pymes (las de arquitectos incluidas) españolas: “Estamos en un mundo global interconectado, las variables competitivas están por todo el planeta y en todos sitios se puede hacer ya de todo, con lo que no podemos enfocar nuestra producción al mercado interno. Las empresas que no se han internacionalizado han acabado perdiendo puestos de trabajo y cuota de mercado”.
La realidad es dura, y las experiencias de otras empresas abriendo mercados exteriores nos dicen que la internacionalización requiere de mentalización, planificación adecuada, inversión, asumir riesgos y trabajo duro. Tambien tenemos excusas para eso.
“Eso es muy difícil, ahí están ya todos.” Luis Ramos, Director de Consultoría de IDOM, en una entrevista de 2004 y al hilo de la apertura de la oficina en Londres en 2001 para desarrollar proyectos de arquitectura, contaba que uno de los motivos de implantarse allí fue para estar donde están los mejores competidores.
Afrontar el reto de jugar en la liga internacional, implica competir para encontrar nuestro hueco. Vencer el miedo escénico al mercado global es condición sine qua non.
Tenemos numerosos casos de éxito de empresas de arquitectura de diferente países europeos que lo han hecho y lo siguen haciendo con éxito:
¿por qué ellos si y nosotros no?
“Salir a otros mercados es cuestión de contactos.” Es una paradoja, ya que en ése caso nunca se haría el primer contacto. En realidad es una excusa.
Los contactos se crean, y en muchas ocasiones intencionadamente. Es la estrategia la que marca la construcción de nuestras redes propias de contactos y no al revés. Cuando una empresa de arquitectura española quiere entrar en un mercado, parte desde cero, pero eso no implica que no pueda llegar a conseguirlo.
No podemos esperar en el despacho a que ése contacto nos ofrezca la oportunidad de oro para salir al exterior.
De nuevo planificarnos, asesorarnos convenientemente, encontrar nuestro target, invertir en capital humano que lo lleve a cabo, dedicación y fé.
“Eso es sólo para los grandes”. Los grandes no siempre fueron tan grandes. Pero de cualquier manera es otra excusa, porque como bien sabemos los arquitectos, existe un concepto que llamamos escala.
Eso que vemos tan lejano de nuestra práctica cómo es un plan financiero, o un plan de desarrollo de negocio, se puede “escalar”, a estructuras más pequeñas o simplemente con menor nivel de complejidad.
Quizás es una cuestión más de predisposición que de otra cosa.
Ésta distinta forma de percibir la realidad, “esperando a que pase la tormenta…”, “ahora con las ITE’s y los certificados energéticos…”, “a ver si sale algún concurso…”, en la que muchos de los estudios de arquitectura se refugian convencidos de que “la cosa cambiará”, trae como consecuencia previsible una muerte cercana por inanición.
Pensemos en ello y seguimos comentando… pero no tenemos mucho tiempo.