Revista Comunicación

Salir de la minoría de edad

Publicado el 08 junio 2011 por Rbesonias


Salir de la minoría de edad

Todo cambio revolucionario ha operado antes en el campo del lenguaje que en el de las acciones. Un cambio en la semántica social, en los discursos que protagonizan la opinión pública, fue síntoma explícito de que una nueva etapa estaba comenzando a manifestar amagos de querer emerger a la superficie de la estructura política. En este cambio de paradigma sociolingüístico tuvo algo que ver, en no pocas ocasiones, la aparición de un nuevo marco comunicativo. En la Edad Media, el férreo control religioso de los textos manuscritos permitió el sostenimiento del aparato ideológico cristiano. Durante la Revolución Francesa, la imprenta supuso un soporte eficaz de transmisión de los mensajes revolucionarios, agilizando la movilización de las clases bajas contra el Antiguo Régimen.
Hoy, es la red el transmisor principal de información, aún no contaminado en exceso por los poderes fácticos y con unas características privilegiadas para difundir rápidamente y a un gran número de ciudadanos infinidad de mensajes. La única diferencia entre este nuevo paradigma comunicativo y sus antecesores radica en que su controlabilidad es limitada. En la red existe un alto grado de indeterminación en cuanto a la dirección y posible influencia de los discursos que en ella navegan. Sin embargo, sí podemos baremar los trending topics, las tendencias y los debates más recurrentes dentro de un espectro amplio de internautas, aunque, hoy por hoy, la manipulación de los mensajes a través de la red por parte de marcas comerciales y partidos políticos es, por ventura, aún limitada. Esto facilita la implantación de una semántica ciudadana, ajena al marco teórico y las directrices ideológicas que intentan inocular los poderes político y económico a sus potenciales votantes-clientes.

Algo parecido sucedió durante la Revolución Francesa. La burguesía ilustrada emergente vio en la imprenta un vehículo excelente de difusión de sus ideas reformistas, mientras que los representantes del Antiguo Régimen no supieron ver a tiempo la viralidad con la se extendería por todo el país el descontento y la adhesión al nuevo marco ideológico.
No podemos comparar sustantivamente ambos momentos históricos, pero sí puede hacernos reflexionar acerca de la importancia que tienen las tecnologías de la comunicación y la información en la transformación de las ideas colectivas, tanto como vehículo de manipulación como de renovación política. Algunos analistas políticos y sociólogos no prestan suficiente atención o no dan importancia a las recientes manifestaciones ciudadanas por numerosos países de Europa (aunque sí sobreabundan las esperanzas de renovación democrática dentro de los países musulmanes del norte de África), interpretándolas como un residuo sintomático de un malestar que es fruto de la incertidumbre económica y la zozobra política que ésta genera. Pero, en cualquier caso, asocian las revueltas populares con una casuística pasajera que agotará, según ellos, su espíritu contestatario una vez encauzadas las aguas de la crisis. No consideran que las actuales circunstancias sean lo suficientemente graves como para quebrar el individualismo y la pasividad generacionales. Además, hemos aprendido a lo largo de la historia a controlar con métodos, no necesariamente expeditivos, la disensión social, blindando el sistema contra agentes patógenos que pudieran desestabilizarlo.
En esto no hay que restarle razón a los analistas; las manifestaciones populares europeas no van a traer un cambio radical en las bases del sistema democrático, pero sí suponen un síntoma explícito de que se está instalando en la calle un nuevo lenguaje político, una semántica vindicativa contagiosa, diferente a la que hasta ahora presidía la plaza pública. Como diría Kant: 'Aún no estamos en la Ilustración, pero se vislumbran claros indicios de ella', expresados en la voluntad general a modo de una resiliente indignación que demanda compromisos políticos, salir de una vez por todas de su minoría de edad como ciudadanos.

De una generación atrapada en una pasividad consumista y autocomplaciente, estamos asistiendo (con entusiasmo vigilante) a nuevas actitudes colectivas que, de seguro, generarán a largo plazo la aparición de valores cívicos y de reformas sociales importantes. Una nueva generación, en diálogo con las precedentes, está pidiendo encontrar su lugar en este mundo convulso, cambalache, que le ha tocado vivir. Esta es su forma de expresar su perplejidad y su visión del futuro. Obviando su voz solo conseguiremos que construyan el mundo a expensan de nosotros.


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